La política del presidente Donald Trump en 2025 ha estado marcada por una acelerada implementación de una agenda nacionalista y conservadora, con énfasis en la seguridad interna, el control migratorio y una redefinición del papel de Estados Unidos en el mundo.
Desde sus primeros días de este segundo mandato, Trump se propuso desmantelar buena parte del legado de su antecesor, Joe Biden, revirtiendo regulaciones en temas de clima, inmigración y administración federal mediante la firma de numerosas órdenes ejecutivas.
Este impulso inicial consolidó la percepción de un gobierno decidido a recentralizar el poder en la figura presidencial y a reducir los contrapesos del Estado regulador liberal.
En el plano interno, 2025 estuvo signado por un endurecimiento drástico de la política migratoria y de seguridad.
El relanzamiento del muro en la frontera con México, la vuelta a esquemas similares a “Remain in Mexico”, o sea, permanece en México, y la puesta en marcha de amplias operaciones de detención y deportación reforzaron el mensaje de “tolerancia cero” hacia la inmigración irregular, generando protestas en grandes ciudades y fuertes críticas de organizaciones de derechos humanos.

Paralelamente, la Casa Blanca impulsó medidas de disciplina fiscal combinadas con recortes o condicionamientos a programas sociales como cupones de alimentos o Medicaid, mediante exigencias de trabajo para un mayor número de beneficiarios y negociaciones sobre el techo de la deuda que reflejaron la prioridad otorgada al control del gasto público
En materia de seguridad nacional, el gobierno presentó una nueva Estrategia que retoma el lema de “América Primero” y desplaza el centro de gravedad hacia el hemisferio occidental.
El documento y los discursos oficiales insisten en una línea dura frente al narcotráfico y la migración, incluyendo la posibilidad de acciones de fuerza contra cárteles y una mayor presión sobre gobiernos de izquierda, a los que la Casa Blanca considera permisivos.
También se anunció un trato más severo para los países acusados de detenciones “injustas” de ciudadanos estadounidenses, con la amenaza de sanciones económicas, restricciones de visado, prohibiciones de viaje y límites a determinadas exportaciones.

La política exterior de Trump en este período ha tensionado la relación con aliados tradicionales en Europa, al presentarlos como excesivamente dependientes de la protección militar estadounidense y exigirles una mayor carga financiera y estratégica
Al mismo tiempo, la administración insinúa un futuro acercamiento a Rusia una vez resuelta la guerra en Ucrania, con la promesa de “restablecer la estabilidad estratégica”, mientras concentra recursos en la competencia con China, tanto en el terreno comercial como en el despliegue militar en torno a Taiwán.
La propuesta más polémica del año fue el anuncio de que Estados Unidos se “hiciera cargo” de la Franja de Gaza, ligada a la expulsión masiva de población palestina y a una reconstrucción bajo tutela estadounidense, iniciativa que fue denunciada como una forma de limpieza étnica por la ONU y ampliamente rechazada en el mundo árabe.

El estilo de gobierno de este segundo mandato se caracteriza por el uso intensivo de órdenes ejecutivas y por intentos de someter a mayor control político a agencias clave como el Departamento de Justicia y el FBI, en sintonía con el ideario de “Project 2025”, impulsado por sectores conservadores que abogan por una fuerte recentralización del poder presidencial.
Para sus seguidores, 2025 representa el retorno pleno de un liderazgo que prioriza la ruptura con los consensos multilaterales de las últimas décadas; para sus críticos, en cambio, la combinación de confrontación con aliados, mano dura doméstica y militarización de la frontera vuelve a Estados Unidos menos predecible y eleva los riesgos de inestabilidad regional y global.
