La noticia de la semana la dio el presidente de Estados Unidos cuando anunció con bombos y platillos que su flota estacionada en el sur del Caribe, muy cerca de las aguas territoriales de Venezuela, habían dado un golpe “letal” al narcotráfico en esa región.
Como prueba de su “hazaña” el polémico magnate publicó un video donde se aprecia una pequeña embarcación a motor surcando las aguas, con un número indeterminado de personas a bordo y sin que se pueda apreciar a simple vista –las imágenes pasan rápido-, algún tipo de cargamento.
En un momento determinado la lancha explota producto de la caída de un misil, cohete o artefacto similar y de inmediato se corta la transmisión y allí comienzas a surgir más dudas que certezas.
Según Trump se trataba de once miembros, venezolanos todos, de la organización delictiva Tren de Aragua que transportaban drogas rumbo a Estados Unidos y la primera cuestión es ¿cómo saben el número exacto de víctimas, su nacionalidad e intención?
Nadie los detuvo, es más, ni siquiera lo intentaron, evidentemente los restos y la eventual carga se perdieron en el océano.
La imagen no tiene absolutamente ningún referente geográfico, por lo que el hecho pudo ocurrir en cualquier parte del planeta y, según algunos, podría no ser verdad porque lo habrían generado por inteligencia artificial.
Pero en el caso de que haya ocurrido como Trump afirma, hay implicaciones mucho más sombrías y preocupantes en este caso.
Dice el presidente estadounidense que llevaban drogas y se pueden ver bolsas en la barca. Yo no las vi, a decir verdad, pero aún en el caso de existir podrían ser cocos, botellas o cualquier cosa porque no hay un solo análisis pericial o de laboratorio que certifique que se trataba de estupefacientes.
Hagamos un esfuerzo de imaginación y supongamos que eran, en efecto, drogas. En tal caso el papel de las tropas estadounidenses era detenerlos, fuerza suficiente para eso tenían, incautar la carga y entregar a los prisioneros a la justicia para ser sometidos a proceso y condenados a prisión.
En lugar de eso les lanzaron un cohete y los mataron. Eso es, ni más ni menos, una ejecución extrajudicial, un crimen de lesa humanidad, de esos que jamás prescriben y son de persecución obligatoria en cualquier parte del mundo.
Todos los que participaron en la cadena de comando, desde Trump hasta el suboficial que apretó el botón para disparar, son culpables de asesinato en su nivel más grave, como un vulgar Benjamín Netanyahu y sus tropas sionistas. ¿Habrá en este mundo valor suficiente para castigarlos?