El presidente de Francia, Emmanuel Macron, vive los días más complicados de su gobierno ante las multitudinarias protestas, que prácticamente ocurren en todo el país, debido al anuncio de recortes de presupuesto que afectarán directamente la calidad de vida de la población.
De hecho, esta fue la causa de la caída del primer ministro, François Bayrou, quien fue destituido en la Asamblea Nacional tras anunciar un programa de austeridad de 44 mil millones de euros, alrededor de 51 mil 900 millones de dólares, así como la supresión de algunos feriados.
Bayrou, un político que durante décadas intentó alcanzar el Palacio del Elíseo sin ningún éxito, fue la carta escogida por Macron para defender sus políticas económicas restrictivas hacia la población y los servicios públicos esenciales.
Poco duró en el cargo, y ahora su sucesor, Sébastien Lecornú, no la está pasando mejor, a pesar del anuncio de que su nuevo plan ya no incluye la suspensión de feriados.
En realidad, el único “éxito” del gobierno de Macron es conseguir que dos de las principales organizaciones sindicales, la Central General de Trabajadores y la Confederación Francesa Democrática del Trabajo, unan sus fuerzas contra él.
Así lo pudo constatar la víspera, cuando decenas de miles de personas marcharon por las principales ciudades del país para rechazar las medidas económicas que golpean directamente su calidad de vida, mientras los más ricos pagan cada vez menos impuestos.
Las autoridades, cuyos cálculos siempre son moderados en este sentido, estimaron en 900 mil los manifestantes, cinco veces más que los asistentes el 10 de septiembre, que fueron convocados por medio de las redes sociales.
En París, un grupo de trabajadores del sindicato SUD Rail irrumpió durante 20 minutos con bengalas en la sede del ministerio de Finanzas. “Hemos sugerido, amable pero firmemente, al ministerio que busque el dinero donde está: en los bolsillos de los más ricos”, precisaron.
El malestar aumentó cuando recientemente el ejecutivo informó que el gasto militar de Francia será de seis mil 500 millones adicionales durante los próximos dos años y llegará en 2027 a un total de 64 mil millones, el doble de cuando Macron asumió el poder en 2017.
La excusa es incrementar el apoyo militar a Ucrania, lo cual demuestra un claro doble rasero: hay plata para gastar en una guerra en el extranjero, pero no para mejorar salarios y servicios públicos dentro del país.
En el certero lenguaje popular, esto se llama con toda justicia “candil de la calle y oscuridad de su casa”.