Mientras las grandes cumbres climáticas a menudo se quedan en promesas incumplidas y las corporaciones venden una imagen verde que no siempre es real, uno tiene la tentación de preguntarse: ¿dónde está la solución? La verdad es que a veces emerge de donde menos se espera. De lo pequeño, de lo local. Como aquí, en Holguín, donde la noticia de que una fábrica de conservas abrió sus puertas al bullicio de una escuela primaria esconde una lección enorme.
Hablamos de la Empresa de Conservas de Vegetales Turquino, que acaba de recibir el Premio Nacional Libre de Sustancias Agotadoras de la Capa de Ozono 2025. Y en lugar de encerrar el galardón en una vitrina, lo celebró de la manera más hermosa posible: con los niños del Seminternado «Dalquis Sánchez» correteando por sus instalaciones. La mañana se llenó de eso, de ruido de pies pequeños y de risas que sonaban a futuro.
Pensemos en una fábrica cualquiera. La imagen que nos viene a la cabeza suele ser la de un lugar cerrado, serio, con un ritmo impuesto por las máquinas. Un espacio separado de la vida que late a su alrededor. La Empresa Turquino decidió romper ese molde. Se despojó de su identidad de hierro y cemento, por un día, para convertirse en algo mucho más valioso: en lugar de encuentro y aprendizaje.
Y ahí estaban, mezclados, los técnicos de la Subdelegación de Medio Ambiente , los operarios de la fábrica, las maestras y, por supuesto, los verdaderos protagonista: los niños. Ver a un directivo escuchando con una sonrisa sincera la poesía titubeante de un niño, eso sí que es borrar fronteras. De pronto, el ozono, esa palabra tan técnica y lejana, dejó de ser algo que está en las alturas para ser el dibujo de un sol que pinta una niña.
Para Karolina, de preescolar, es importante cuidar la naturaleza porque así tendremos bellas plantas y flores, mientras que la pequeña Lía dibujó una persona regando las plantas, según su criterio una de las formas que se protege el medio ambiente.
Esta iniciativa apuesta por una «pedagogía de la ternura». Y es que los niños llegaron armados con su entusiasmo contagioso, que es una forma de resistencia. Sus dibujos son quizás los manifiestos ecologistas más poderosos.
La acción global no siempre es un tratado firmado por decenas de países. A veces, es el gesto de un directivo que le explica a los niños por qué en esta fábrica ya no se usan esos gases que le hacían daño al cielo. Como lo hizo Cresencio Ramón Rodríguez Galindo, director de la entidad.
Es la semilla de un recuerdo feliz vinculado al cuidado de la naturaleza. La empresa, al hacer esto, entendió que su función no es solo producir botes de conservas, sino también conservar el futuro.
Este año se cumplen tres décadas de trabajo de la Oficina Técnica del Ozono (OTOZ). Treinta años que demuestran que, cuando hay voluntad, se pueden arreglar las cosas. La batalla no ha terminado; la crisis climática es ahora una emergencia, un monstruo mucho más complejo.
NorKi Ochoa Aguilera, especialista del programa de Ozono en la provincia destacó que durante este mes en Holguín se realizan estas actividades, para celebrar el Día mundial de la capa de Ozono, estas contribuyen a sensibilizar a la comunidad, modificar conductas y ganar cultura medioambiental en nuestra población.
Lo que sucedió en la fábrica Turquino es un rayo de luz. Nos recuerda que la transición ecológica será comunitaria o no será. Que la sostenibilidad no llega por decreto, sino que se cultiva día a día. Se cultiva, precisamente, regando con alegría esas semillas de conciencia que plantan las manos pequeñas de los niños. Y hoy, en Holguín, esas semillas brotan con fuerza.