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¿Paz ahora en Gaza?

por Guillermo Alvarado
Paz Gaza

En medio de una gran algarabía, y con el presidente de Estados Unidos como tamborilero mayor, el régimen sionista de Israel, sus aliados y varias potencias europeas saludaron los acuerdos sobre Gaza como si fuesen en verdad el fin de la guerra y el advenimiento de la paz en el enclave y, quizás, en la región.

Por supuesto que el sentido común indica que es un enorme paso hacia la dirección correcta el cese, todavía parcial, de las operaciones militares de exterminio contra la población civil palestina, que cobraron ante la mirada impávida del mundo más de 70 mil vidas.

Siempre he dicho que este cálculo es parcial, porque nadie sabe a ciencia cierta cuántos cuerpos yacen bajo los escombros de edificios de viviendas, escuelas, hospitales e infraestructura pública, y quizás nunca llegaremos a conocer la cifra exacta.

El tema es, y eso lo sabe cualquiera con un mínimo de experiencia, que el silencio de los fusiles, los misiles, las bombas y el rugido de tanques y aviones no significa el advenimiento de la paz. Si acaso, es un paso previo, pero no razón suficiente para llegar a ella. Paz, entre otras cosas, significa verdad, justicia y reparación, que todavía están muy lejos.

Hablo de verdad, porque las razones que están detrás de esta y otras tragedias en el Oriente Medio y que son una sucesión interminable desde 1948, deben salir a la luz, ser de conocimiento público y no mero texto escondido en tenebrosos archivos.

Es necesario desnudar las raíces del sionismo, que debe ser separado del pueblo judío, como el alemán fue separado del nazismo hitleriano.

Justicia, porque uno de los más crueles genocidios de la época moderna no debe quedar impune. No hay paz posible mientras  los culpables de la matanza, dentro y fuera de Israel, incluso en Washington, sigan paseándose al aire libre y hasta jactándose de sus crímenes.

Quienes armaron y financiaron la matanza deben responder ante la humanidad, en lugar de jactarse de apagar fuegos que ellos mismos encendieron, pero también deben resarcir a las víctimas y los sobrevivientes porque sin reparación la justicia está vacía.

No habrá paz posible si estas condiciones no se cumplen, y así lo demostró hace pocas horas Benjamín Netanyahu cuando, en medio de la algarabía, advirtió que la ofensiva, como él le llama a la matanza de niños y mujeres, no ha terminado todavía.

Las heridas de la guerra tardan en sanar, pero sin verdad, justicia y reparación son incurables y caldo de cultivo de nuevos dolores.

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