El pasado 28 de octubre, Mariangnis llegó con su familia al centro de evacuación en la escuela pedagógica José Martí. Huían de la furia del huracán, con pocas pertenencias y la incertidumbre reflejada en el rostro. Entre lo que las aguas se llevaron de su casa en la localidad de Limoncito, Cacocún, no solo había bienes materiales, sino también los sueños tejidos para su fiesta de quince años, que cumpliría el 1ro de noviembre. El desconsuelo se instaló en la familia, convencida de que la celebración sería un lujo imposible.
Sin embargo, la solidaridad, una semilla que germina rápido en Holguín, comenzó a brotar. La historia de Mariangnis llegó a oídos de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) a través del profesor Abelardo, un maestro de Matemática de la escuela, quien se sensibilizó con la situación de la joven.
«El profesor llegó hasta la Federación sensibilizado porque supo que esta niña preciosa, nuestra princesa Mariangnis, había cumplido quince años y este momento se hubiera quedado en el anonimato», explicó Rosilema Rodríguez, presidenta municipal de la FMC y diputada del Parlamento Cubano.
La organización realizó una convocatoria inmediata. La respuesta de la comunidad fue unánime. «Mujeres y hombres de diversos proyectos, algunos quisieron estar en el anonimado porque lo han hecho desde ese corazón solidario que tiene cada cubano», relató Rodríguez. La fiesta, aseguró, hizo revivir la adolescencia a muchos y congregó a dirigentes provinciales, municipales, organizaciones y familias completas.

La emoción embargó a Yovany Oro, el padre de Mariangnis, quien no salía de su asombro. «Han organizado todo de una manera que yo no me lo esperaba. No lo esperaba, lo mismo la federación, el Partido, una pila de organismos», afirmó con la voz quebrada. «Nosotros perdimos casi todo, todo quedó bajo agua. Y al hacer esto, imagínelo, como padre, yo me siento más que contento y hasta he llorado».
Oro destacó el contraste entre la situación actual del país y el esfuerzo realizado por su hija. «Que con la situación que estamos viviendo hoy en este país, mira lo que está haciendo la Revolución por mi niña. Eso es increíble, estoy sin palabras… Pero agradecidos, agradecidos y contentos».
Manos anónimas transformaron un pasillo de la escuela pedagógica en un jardín de globos y guirnaldas. Emprendedores locales aportaron lo que tenían: un vestido largo color rosa, que el huracán no pudo empañar. Un reconocido salón de belleza de la ciudad donó el arreglo de pelo y el maquillaje, mientras varios fotógrafos capturaron los momentos movidos por un puro sentimiento de humanidad. Cada detalle se convirtió en una caricia contra el desconsuelo.

Para Madeleine, la madre de la quinceañera, ver a su hija tan hermosa en medio de la tragedia fue abrumador. «¿Qué madre no llora por eso?», se preguntó entre lágrimas. «Pero nada, Melissa (el huracán) no pudo con esto. La Revolución es más grande que Melissa. Nosotros los cubanos somos más grandes que todos. Y les doy gracias a todos».
La propia protagonista, Mariangnis, con un brillo húmedo y profundo en sus ojos, confesó su sorpresa. «Llegué al comedor y mi mamá me dijo: ‘Mari, te van a celebrar los quince mañana’. Yo me quedé en shock», relató.
No hubo banquetes opulentos ni lujos importados, pero sí una tarta dulce compartida y todo el amor que sale del corazón de los cubanos. La fiesta se convirtió en un símbolo del triunfo de la esperanza sobre el diluvio, con la certeza de que cuando una comunidad abraza los sueños, estos se hacen realidad.
(Yudit Almeida Pérez, corresponsal de Radio Habana Cuba en Holguín)
