Durante la presente semana quizás la noticia más prominente sobre el “reality show” perpetuo que se vive en la Casa Blanca, estuvo relacionada con el contenido del discurso del presidente estadounidense ante el segmento de alto nivel de la Asamblea General de Naciones Unidos, la rotura de su teleprompter y de la escalera mecánica por la que se trasladaba al plenario.
Salió rápidamente de titulares un comentario hecho por Trump durante la jornada del lunes 22, como parte de su cruzada contra vacunas y medicamentos y el supuesto efecto de los mismos a favor del desarrollo de ciertas enfermedades.
Según varios medios, el máximo ejecutivo de Estados Unidos habría manifestado: “… hay un rumor, y no sé si es así o no, que Cuba, ellos no tienen Tylenol porque no tienen dinero para comprar Tylenol. Y virtualmente no tienen autismo (…) díganme algo”.
El comentario, falto de rigor como tantos otros que realiza al día, no hubiera tenido la menos trascendencia si varios periodistas interesados en conservar sus trabajos en tiempo convulsos no hubieran buscado una explicación a esa frase aún más banal y si no hubieran intentado poner una cortina de humo ante los problemas reales, pero también los logros de la medicina cubana.
Mucho énfasis han puesto algunos en una supuesta incapacidad del sistema de salud cubano para registrar todos los casos de autismo en el país, sin explicar que se trata de un padecimiento de difícil diagnóstico y que toma tiempo en su fundamentación, además de una alta especialización en los galenos.
En ninguno de los textos publicados al respecto se explicó que en Estados Unidos no existe un sistema único de información sobre salud, como tampoco existe un sistema centralizado, ni una especialidad clínica sobre los padecimientos del ser humano como un sistema.
Dicho de otra manera, las estadísticas de salud son a partir del estudio de muestras, mientras que en Cuba se fijan a partir del estudio de toda la población. En Estados Unidos las clínicas privadas, los servicios públicos de salud actúan de forma independiente, no comparten protocolos de actuación, mientras que en la Isla son parte de un sistema monolítico. Las universidades estadounidenses no gradúan un especialista en neurología, que se interese por los padecimientos cardiacos de su paciente, o su sistema intestinal, mientras que en Cuba se expande la medicina general integral que interrelaciona todas las especialidades.
Estas diferencias, y muchas otras, han permitido a un país sin recursos, y sin acceso para comprar Tylenol directamente a sus fabricantes, ser mucho más exitoso en el enfrentamiento a grandes pandemias como la COVID19 que aquel donde ahora se dice que el componente conocido como acetaminofeno no es bueno para las embarazadas.
Para cualquier observador las cifras de afectados y fallecidos por la pandemia en Estados Unidos fueron alarmantes, sin embargo, están muy por debajo de la realidad, precisamente por la forma incoherente en que se abordó el fenómeno y por la diversidad de registro sobre la base de parámetros distintos.
El sistema cubano con sus características ha permitido encender alarmas para alertar sobre a prevalencia de enfermedades atípicas o en un porcentaje superior a la media internacional, que han posibilitado la rápida acción de especialistas que crearon herramientas únicas en su tipo. Debido a una de esas alertas expertos cubanos fueron capaces, sin Tylenol y otros recursos, de crear una herramienta conocida como Mapa Genético Nacional, que permite conocer con años de antelación y con alto nivel de precisión los padecimientos que se desarrollarán en familias y territorios, con base a esa información.
Y el esfuerzo no quedó ahí, relativamente pequeños grupos de especialistas cubanos viajaron a países hermanos como Nicaragua, Venezuela y Bolivia realizando una labor similar y entregando a sus autoridades un producto científico que ninguna multinacional es capaz fabricar.
Con muy poca presencia de marcas estadounidenses en las etiquetas de sus frascos de medicamentos, Cuba ha invertido sus limitados recursos en la medicina preventiva y ha establecido durante décadas una relación médico-enfermera-paciente que es muy anterior al desarrollo de un padecimiento. En el contexto donde Trump ataca al fabricante de Tylenol en beneficio de otras grandes empresas, el negocio está en que prevalezcan las enfermedades para vender más productos y servicios, con precios que no se justifican en la eficacia o en la investigación previa que aumentan la riqueza de los fabricantes, en detrimento de las condiciones de vida de la sociedad.
Si antes de realizar tal afirmación Trump le hubiera preguntado a los ahora desempleados especialistas del Centro de Control de Enfermedades o de los Institutos Nacionales de Salud sobre los bajos índices de varias enfermedades en Cuba, estos les habrían explicado la cantidad de veces que viajaron a La Habana para conocer los procedimientos locales y descubrir los conceptos únicos de la llamada escuela de medicina cubana.
Por cierto, se trata de procedimientos y conceptos que no son secretos, ni se utilizan para lucrar. Están a disposición de todo aquel que desee establecer un vínculo respetuoso con especialistas locales, en términos de igualdad. Están disponibles para los miles de estudiantes extranjeros que han cursado los estudios de Medicina en varias facultades de la Isla, en la llamada Escuela Latinoamericana de Medicina, en la que se han formado jóvenes de más de 110 nacionalidades, incluidos 245 de Estados Unidos. Pueden acceder a esos aprendizajes todos los especialistas extranjeros que trabajan en los mismos espacios que los alrededor de 30 000 expertos cubanos en temas de salud que hoy ofrecen sus experiencias y conocimientos en el exterior.
A cualquier cubano que visita Estados Unidos le llama la atención la cantidad de estadounidenses jóvenes, incluso descendientes de familias de ingresos medios y altos que sufren de la rotación interna del complejo calcáneo-tarsiano con una posición en equino y en varo, a los que en lenguaje caribeño se les llama sencillamente zambos. La explicación es muy simple: los sistemas de salud estadounidenses no preven una atención masiva al neonato para detectar tales dolencias y determinar su tratamiento en edades tempranas, cuando todavía hay tiempo para corregir el problema sin cirugías, ni males mayores. Tampoco es parte de los derechos humanos de los estadounidenses recibir una vacuna pentavalente al nacer.
El Departamento de Estado, o lo que queda de este en el plano intelectual, está situado a apenas doscientos metros en Washington DC de la sede de la Organización Panamericana de la Salud, la misma que en el 2016 reconoció a Cuba como el primer país (con o sin Tylenol) que fue capaz evitar la transmisión del VIH y de la sífilis de madre a hijo. La mayoría de los expertos que participaron en tal análisis eran de nacionalidad estadounidense.
Trump mostró preocupaciones por el autismo en su país e hizo comparaciones con Cuba a escasos días de que se conmemoraran 20 años del paso del huracán Katrina por la ciudad de New Orleans, la que tenía y tiene un alto por ciento de población afrodescendiente y a la que el presidente anglosajón y ario de la época George W. Bush sólo fue capaz de orientar con la frase “salgan de ahí mientras tengan cómo”. Cuántas vidas se hubieran podido salvar entonces entre los miles de fallecidos gracias a una alerta temprana, cuántas se pudieran haber salvado después del paso del fenómeno si se hubiera permitido a los médicos cubanos haber viajado allí para ofrecer auxilio.
Pero Estados Unidos enfrenta otras tormentas en los temas de salud para las cuales no tiene una solución inmediata, ni siquiera a través de caros tratamientos y costosos equipamientos.
Cuba, con recursos e innovación propia es capaz de evitar el 73% de las amputaciones producto del llamado pie diabético. Estados Unidos no ha podido registrar un medicamento efectivo contra tal enfermedad en los últimos 25 años.
La tasa de mortalidad materna en la población afrodescendiente en aquel país es cuatro veces la que se registra en Cuba. Las embarazadas de bajos ingresos visitan a dos médicos en nueves meses, al que le dice que ha comenzado la gestación y el que trae a sus hijos al mundo. En Cuba está establecido un riguroso seguimiento de las futuras madres previo y posterior al parto. Muchas veces falta el Paracetamol (Tylenol cubano) pero ellas tienen una mayor expectativa de vida.
Cuba creó un vacuna contra el cáncer de pulmón que ha extendido la esperanza de vida de los enfermos en fase terminal, al extremo que estos mueren de otras afecciones. Esa vacuna y el posible uso preventivo de la misma está en el centro del único acuerdo en materia de salud que aún sigue vigente entre ambos países. Es la misma vacuna (Cimavax, no Tylenol) que provocó que la estelar comentarista televisiva Christianne Amanpour dijera “wow” en primetime al conocer los resultados de la misma y las potencialidades para limitar el efecto de la enfermedad entre los estadounidenses.
No conocemos, ni es tema de nuestro interés, los medicamentos que se consumen o se prohíben entre los miembros del gabinete estadounidense, pero sería recomendable que estudiaran los efectos del Donepezil para la pérdida de memoria. Decimos esto porque según las imágenes divulgadas junto a la información sobre los comentarios de Trump sobre Tylenol y Cuba a sus espaldas se encontraba el Secretario de Salud y Recursos Humanos Robert Jr. Kennedy que no es ajeno a estos temas y conoce a Cuba. No recuerda lo que aprendió sobre la medicina cubana?