La hora de la paz en Corea

Editado por Maite González Martínez
2018-04-30 10:41:22

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Los dos presidentes, Kim Jong-un, de la República Popular Democrática de Corea, y Moon Jae-in, de Corea del Sur. Foto/Reuters.

Por: Guillermo Alvarado

Si bien hay quienes en estos momentos observan los acontecimientos más recientes en la Península de Corea con aprehensión, sin faltar cierta dosis de escepticismo,  lo cierto es que se trata de noticias que alivian un foco de tensiones que en los últimos años tuvieron al mundo al borde de una guerra de grandes proporciones.

Falta mucho por hacer, por supuesto, y varias de las medidas adoptadas en el encuentro de los dos presidentes, Kim Jong-un, de la República Popular Democrática de Corea, y Moon Jae-in, de Corea del Sur, tienen aún mucho de simbolismo.

No obstante, debemos tener en mente que para el imaginario de los pueblos de oriente el valor de lo simbólico es mucho más elevado que en el hemisferio occidental.

Entre esto último figura el acto formal del final de la guerra, que ocurrió hace 65 años cuando se firmó un armisticio pero no hubo nunca una declaración de paz.

Se trató de uno de los conflictos más sangrientos en la historia reciente de la humanidad porque en el lapso de tres años, de 1950 a 1953, murieron más de tres millones de civiles y numerosas ciudades quedaron totalmente devastadas, entre ellas Pyongyang, la capital de Corea del Norte, donde no quedó piedra sobre piedra.

El enfrentamiento fue una rémora de la II Guerra Mundial. Recordemos que la península fue invadida por Japón en 1910 e impuso un régimen colonial que terminó con la derrota de Tokio. En lugar de devolver su soberanía al pueblo coreano, las potencias ganadoras decidieron dividir su territorio en 1948, dando origen a los dos países que lo habitan en la actualidad.

En este reencuentro de dos pueblos separados por la fuerza se están tomando decisiones importantes, entre ellas el anuncio de Kim Jong-un de que en mayo se realizará el desmantelamiento del centro de pruebas nucleares de Punggye-ri, en el norte de su territorio, donde estará presente la prensa internacional.
Tampoco es asunto de menor importancia la homologación del huso horario entre los dos países, así como el inicio del desmontaje de los potentes parlantes que Corea del Sur tenía en la frontera para hostigar a sus vecinos del norte.

Son pasos iniciales, pero pasos al fin, que van en la dirección correcta que es la de la paz y, en un horizonte no tan lejano, alcanzar la reunificación de este pueblo cuyas raíces comunes vienen más o menos desde el año 900 de nuestra era.

Occidente tuvo mucho que ver en la guerra de los años cincuenta del siglo pasado. Estados Unidos dejó caer sobre la península 635 mil toneladas de explosivos y 32 mil 557 de napalm, más de lo que lanzó en el Pacífico durante la II Guerra Mundial.

Habrá que ver ahora que tan verídico es el interés del gobierno estadounidense con la construcción de una reconciliación sólida en ese territorio, sobre todo si tomamos en cuenta que buena parte de la economía norteamericana se basa en la fabricación y venta de armas, transportes y otros pertrechos destinados a la guerra.

La paz no es negocio para estos mercaderes y quizás en eso se sustenta la incertidumbre de muchos, aunque en mi opinión es momento de ver el vaso lleno a la mitad y sumar esfuerzos porque se pueda colmar pronto.



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