Danza de los afortunados

Editado por María Candela
2024-01-18 08:51:52

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Por Roberto Morejón

En un mundo en el que miles de millones de personas se enfrentan a los efectos de la guerra, crisis por el cambio climático, inflación y otras derivaciones de la pandemia por la Covid-19, resultan amargas las precisiones sobre la disparidad económica y social.
 
Los cinco hombres más acaudalados del planeta duplicaron sus fortunas desde 2020 mientras 60 por ciento más pobre perdía dinero, en medio de una acentuada concentración del poder.
 
De acuerdo con la Organización No Gubernamental Oxfam, la riqueza combinada del quinteto más venturoso aumentó 114 por ciento desde 2020.
 
En ese mismo período, los 4 mil 770 millones de personas más pobres perdían 0,2 por ciento de sus recursos en términos reales.
 
Y ante la omnipresente inflación, los más acaudalados ni la sienten porque sus posesiones financieras crecieron más rápido.
 
Por este camino del incremento de las disparidades, la pobreza en todas las latitudes no se erradicará antes de 230 años, aseveró rotundamente el informe de la ONG que, con pesar, se refiere a cómo muchos poderosos rehúsan redistribuir la riqueza entre los trabajadores y la sociedad.
 
Por supuesto, los hombres más adinerados no están alejados de la concentración del poder y la autoridad en las grandes empresas.
 
El cúmulo de datos sobre las desigualdades se abrió paso en el Foro Económico de Davos en los Alpes suizos, donde gran parte de los reunidos pertenece a las élites empresariales y bancarias.
 
No pocos de ellos presionan a los trabajadores con salarios exiguos, evaden impuestos, aplauden a los gobiernos privatizadores del Estado y aportan su cuota al calentamiento global.
 
De manera que como reflejan las estadísticas de Oxfam, la pandemia no solo atrajo muerte y padecimientos de salud sino que puso fin a insuficientes avances contra la pobreza.
 
Como señalan la ONG, expertos y países del Sur global, ante las pronunciadas desigualdades se imponen acciones renovadoras, donde los servicios públicos ganen oxígeno en lugar de ser aplastados por los ultra-liberales.
 
La desmedida expansión de las grandes empresas debe ser regulada y los más ostentosos deben aumentar el pago de impuestos sobre la riqueza y los beneficios desmesurados.  
 
El valor del trabajo no debe quedar neutralizado ante el aumento del capital en pocas manos y el poder desbocado de las empresas y los monopolios.
 
La creciente desigualdad económica mundial eterniza la pobreza, el hambre y la exclusión social.
 

 



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