Por María Josefina Arce
¿Dónde está la paz en Colombia? es una interrogante que se plantean muchos cada vez que es asesinado un líder social o un ex miembro de la antigua guerrilla, sucesos que forman parte hoy de la cotidianidad de la nación sudamericana.
Las sucesivas noticias y los informes de organismos internacionales y de entidades colombianas de los derechos humanos revelan un alto índice de violencia, Las cifras no engañan: la paz nunca ha llegado realmente al país.
En los últimos días la ONU dio a conocer que desde la firma del acuerdo de paz, hace tres años, la Misión ha verificado 147 homicidios, 12 desapariciones y 21 intentos de homicidio.
La Misión de Verificación de la ONU precisó que al menos 52 ex miembros de la otrora guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo fueron asesinados este año, Veinticuatro de estos casos ocurrieron entre el 27 de junio y 26 de septiembre.
Así se recoge en un informe trimestral sobre el tema que cubre el período del 27 de junio al 26 de septiembre de 2019 y que será presentado oficialmente ese jueves al Consejo de Seguridad.
Crímenes selectivos que han sido denunciados en reiteradas ocasiones por ex integrantes de la antigua guerrilla, hoy convertida en partido político, sin que hasta el momento el gobierno haya garantizado la seguridad de quienes hicieron dejación de las armas para cumplir con lo pactado en el acuerdo de paz.
A esto se suma el ensañamiento contra las comunidades indígenas, en las que no hay día en que no se reporte algún asesinato. En las últimas horas por ejemplo, un joven muralista fue ultimado en el departamento del Cauca.
Tal ha sido el odio y la violencia desatada por grupos armados contra esas comunidades que en agosto pasado la Organización Nacional Indígena de Colombia declaró emergencia humanitaria ante el constante aniquilamiento de miembros de los pueblos originarios.
En esa ocasión la cifra era de más de 158 nativos ultimados desde la firma en 2016 del Acuerdo de Paz entre el gobierno del entonces presidente Juan Manuel Santos y la ex guerrillera FARC-EP.
La firma del acuerdo abrió una esperanza para la población colombiana, que durante medio siglo hizo frente a profundas desigualdades sociales y altos niveles de pobreza, exclusión y violencia.
Pero la paz no acaba de encontrar su camino, y por tanto, se mantienen abiertas las heridas de un conflicto que dejó cientos de miles de víctimas y desaparecidos y provocó millones de desplazamientos forzosos.
