Por: Guillermo Alvarado

Luego de casi un año de intentos frustrados y con un ejecutivo provisional, por fin España tiene gobierno tras la investidura de Pedro Sánchez, del Partido Socialista Obrero Español, PSOE, quien logró ocupar su cargo gracias a una mínima diferencia de apenas dos sufragios a su favor en el Congreso de los Diputados.

Para conseguir este resultado, el político tuvo que acudir a una fórmula que ya antes se había visto como la más lógica, y la única que podría resultar, como lo es una alianza con la agrupación progresista Juntas Podemos y el apoyo de algunos partidos minoritarios, incluidas algunas pequeñas formaciones catalanas y vascas.

Sánchez, hay que decirlo, hizo todo cuanto fue posible por evitar un gobierno de coalición, el primero desde el franquismo, pero el PSOE demostró una y otra vez que tiene un límite en las simpatías de los votantes que no le alcanzó para llegar en solitario a ocupar el cargo.

Esto también le ocurre a la derecha tradicional, el Partido Popular, alejado de las simpatías electorales luego de gobiernos muy cuestionados, como los de José María Aznar y Mariano Rajoy, perseguidos por escándalos de corrupción.

El fin del clásico bipartidismo era ya evidente hace algunos años en España, donde surgieron otras fuerzas como Podemos, en la izquierda, y Ciudadanos y Vox en la derecha y la extrema derecha, que paulatinamente lograron ocupar espacios en el organismo Legislativo.

Los más beneficiados en esta situación fueron los extremistas de Vox, que tienen en estos momentos 52 escaños en el parlamento, de los 350 que forman esa cámara, y son la tercera fuerza política en el país, detrás del PSOE y el PP.

El independentismo catalán también ha jugado un papel muy activo en este embrollo político español. Si bien los ocho diputados de Juntos por Cataluña votaron contra la investidura de Sánchez, los 13 de Izquierda Republicana le abrieron el paso al abstenerse a cambio de futuras negociaciones.

En todo caso, el primer gobierno de coalición en España será frágil debido a la intensa oposición de derecha que sin ninguna duda va a torpedear los proyectos que el ejecutivo presente ante el recinto parlamentario.

La escasa mayoría de votos a favor de la presidencia de Sánchez es precaria y podría cambiar, por lo que no es exagerado decir que puede tratarse de una alianza efímera. Una señal fue que Sánchez tomó posesión sin haber nombrado aún su gabinete de gobierno, que será anunciado hasta la semana próxima.

Significa que las negociaciones no han concluido y ello quizás se deba a que Unidas Podemos tratará de hacer valer sus 35 escaños para conseguir algunas carteras estratégicas en la próxima administración.

Cosas veredes, amigo Sancho, como diría aquel ingenioso hidalgo que fue el Quijote de la Mancha.