Matanzas, más que calles y edificios

Editado por Maria Calvo
2016-10-12 13:02:28

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foto: CubaSí

por  Yenli Lemus Domíguez

A veces, no todos los que deben conocen la grandeza de las paredes donde se recuestan, las calles que recorren, los puentes que cruzan; a veces eso sucede en Matanzas, una ciudad que necesita hacerse más visible para ostentar con dignidad sus peculiaridades de 323 años. 

Llega octubre, con el 12 como día de la fundación, y no faltan los sensibles ante la historia; los inspirados por las raíces vuelcan el arte, la ciencia, la cotidianidad en función de los festejos, pero lo más importante es recordar que a la urbe hay que quererla todos los días y defenderla siempre.

Según la profesora Alicia García Santana, Matanzas representa la primera ciudad fundada en Cuba por interés explícito de la corona española; expresión del comienzo de la institucionalización de los grupos de población que se fueron formando en el interior del país.

Matanzas con sus peculiaridades,-como dice el Conservador Leonel Pérez Orozco- integra en perfecto estado de armonía el paisajismo urbano con el natural, y muy pocas localidades del mundo lo logran.
   
Fundada en 1693, al este de La Habana, constituye una ciudad con vocación paisajística, su urbanidad se acomoda a valles, colinas, cuevas, farallones de costa, ríos con grandes cuencas, y a la bahía, escenario de sucesos erigidos cual génesis del nombre de estirpe rebelde.
   
Así, Matanzas posee doble atractivo turístico, el de ser  La Atenas de Cuba que dio aportes a la cultura como el danzón o la rumba, y el de integrar una urbe arquitectónicamente neoclásica, única en la Mayor de Las Antillas, explica el conservador.
   
No son escasos los proyectos que ya se encaminan por el aniversario 325 que se celebrará en 2018, y poco a poco podrán los predios yumurinos aprovechar sus atractivos para renovarse y mantenerse, pero solo será posible mientras se sientan los habitantes protagonistas de las acciones y herederos reales de la grandeza patrimonial que los cobija.
   
La ciudad es lo que han legado sus moradores; dan fe de ello la calle Gelabert devenida Milanés, el Liceo Artístico y Literario,  que hoy recuerda a José White, o el Teatro Sauto, que antes se nombró Esteban.
   
Caminar por Matanzas constituye la única manera de comprenderla. La ciudad habla cuando repican los tambores en La Marina, cuando en la calle de Medio se escucha como ensaya el coro de Méndez Valencia; se lamenta en el silencio del edificio diseñado por Jules Sagebien en la esquina de Río y Ayuntamiento; pero el San Juan y el Yumurí le prohíben marchitarse.
   
Hay mucho que defender en la tierra de la poetisa Carilda Oliver Labra, por eso octubre no es suficiente para adorar las raíces. Matanzas, mucho más que calles y edificios, deviene el espacio donde se funda el ser humano que la habita. Tontos los que dañan sus fachadas sin comprender que se descompletan el alma.
 
Por suerte, mujeres y hombres hacen las ciudades, entonces Matanzas puede ser lo que pretendan sus habitantes. ¿Qué legarán los moradores de hoy?: quieran muchos que no poco de ayer.

 

 

 

 

(ACN)



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