Estados Unidos-Cuba: una deuda por saldar

Editado por María Candela
2016-10-26 22:04:21

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Por Rafael Suárez Portuondo

A la hora de hacer un estudio integral y exhaustivo de las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos, no debe concluirse que siempre han sido tensas. Cuando el país del norte aún no había nacido como estado y era una colonia británica, las mujeres cubanas protagonizaron un acto que cimentó la independencia y libertad de esa nación.

A principios de 1871, el general George Washington lideraba un ejército depauperado por arduas batallas, fuertes inviernos y una escasez de fondos que lo situaba al borde de la insolvencia. Varios hombres habían sido enviados por el militar a buscar ayuda monetaria para las próximas batallas, pero los esfuerzos no fructificaron.

El almirante francés Francois Joseph Paul De Grass, no había encontrado la ayuda necesaria en Haití, por lo que envió al Marqués Saint Simón a negociar una ayuda con el Capitán General de Cuba, Juan Manuel de Cajigal y Martínez. Aunque no recibió favor alguno por parte de las autoridades de la Isla, fue su pueblo quien respondió.

La historia no debe olvidar la gestión que realizó el venezolano Francisco de Miranda, ayudante de Cajigal, el cual gozaba de un amplio prestigio entre la sociedad de La Habana y Matanzas, y quien fue el encargado de pedir ayuda a favor de la causa norteamericana.

Las mujeres habaneras y matanceras subastaron objetos de valor y donaron sus joyas para recaudar el dinero necesario. Reseñas históricas del momento cuentan que el General Washington perdió la compostura en señal de alegría, cuando supo que un millón 200 mil libras en monedas de plata acuñadas en Francia sumaron el monto recolectado por las criollas.

Según el historiador norteamericano Stephen Bonsal "el millón que las damas de La Habana dieron a St. Simon para pagar a las tropas puede en verdad ser considerado como los cimientos del edificio sobre el cual se erigió la independencia norteamericana".

Los fondos fueron llevados a Virginia, y sirvieron de pago a las tropas, que bajo el mando de George Washington, lograrían la victoria definitiva sobre fuerzas británicas el 19 de octubre de 1781 en la batalla de Yorktown.

Este fue, tal vez, el comienzo de las relaciones entre ambos pueblos, circunstancias que cambiaron a medida que los Estados Unidos crecieron en poder y aumentaron sus deseos expansionistas.

Entre 1846-1848 sucedería la guerra mexicano-estadounidense, mediante la cual los EE.UU. ganarían las zonas que hoy son los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México, partes de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma.

Puesto que Cuba fue una joya bien cuidada del colonialismo español, esta se convirtió en uno de los puntos más prósperos de la región. Además, como centro de producción de tabaco y azúcar, el flujo mercantil con los puertos de la América del Norte fue alto.

Después de la Independencia de las Trece Colonias y las estrategias expansionistas de la nueva nación, las ventajas geográficas que ofrecía Cuba llamaron la atención del poder estadounidense. Thomas Jefferson, en 1820, dijo que Cuba era la "adición más interesante que se podía hacer a nuestro sistema de Estados".

John Quincy Adams formuló la política de la "Fruta Madura" la cual respondía a la siguiente idea: "… hay leyes políticas como ocurre con la de la gravitación física; y si una manzana separada de su árbol original por la tempestad no puede elegir sino bajar a la tierra, Cuba, separada fuertemente de su propia conexión artificial con España, y carente de ayuda propia, puede gravitar solamente hacia la unión norteamericana, que por la misma ley de la naturaleza no puede echarla de su pecho".

Incluso, mediante el Manifiesto Ostende de 1854,  Washington intentaría comprar el territorio cubano por una suma de 130 millones de dólares. Estos principios quedaban justificados bajo el ala de la Doctrina Monroe de 1823, una declaración dirigida a los países europeos que especificaba: "América para los Americanos".

Ideas como estas, tal vez, hayan sido las iniciadoras de una tradición norteamericana de adueñarse del verde caimán y que, dependiendo del contexto histórico, ha cambiado sus métodos, mas no su objetivo.

Sin embargo, en la historia de los nexos entre ambos países también es preciso recordar el movimiento anexionista que existió a principios del siglo XIX.

Esta doctrina fue impulsada por miembros de la sacarocracia esclavista interesada en incorporar a Cuba al bloque sureño norteamericano, regido por un sistema de plantaciones similar al del archipiélago caribeño. Tales conceptos, sobrevenidos al margen de la corriente reformista, reflejaban una resistencia a las nociones independentistas que estaban por surgir y a su vez una amenaza a la identidad nacional.

La presencia de capital y cultura norteamericana en la mayor de las Antillas fue creciendo e incluso, Estados Unidos, devenida colonia económica de Cuba, debilitó los lazos de esta con su metrópolis original, España.

En tal contexto, el Secretario de Estado norteamericano James G. Blaine dijo en 1881: "la rica isla, la llave al golfo de México, y el campo para extender nuestro comercio por el hemisferio occidental, es, aunque en las manos de España, una parte del sistema comercial estadounidense (…) Si dejase de ser española, Cuba debe necesariamente volverse estadounidense y no caer bajo cualquier otra dominación europea".

En la cruzada independentista cubana de 1868-1898, los revolucionarios cubanos recibieron ayuda de los tabaqueros de Tampa y Cayo Hueso, incluso algunos estadounidenses combatieron al lado de las tropas cubanas, siendo el principal ejemplo Henry Reeve (El Inglesito).

El apoyo del pueblo norteamericano a la causa cubana y a su principal artífice, José Martí, fue un hecho, mas la oposición que esto representaba a los intereses del gobierno norteamericano fue demostrada en el fracaso del Plan de la Fernandina en enero de 1895, el mejor logro anti-independentista cubano fue la incursión, de Norteamérica, en la guerra hispano-cubana.

Los esfuerzos independentistas fracasaron en 1898 cuando, derrotada España, pasaron los territorios de Cuba, Puerto Rico e islas Guam a manos de Estados Unidos, como lo estipuló el Tratado de París el 10 de diciembre de aquel año.

Se cumplió entonces el sueño anexionista de muchos y colonialista de otros, que convirtió a Cuba en el paraíso tropical de los millonarios e inversionistas estadounidenses.

A la atracción que había ocasionado la caña de azúcar y el tabaco de antaño, ahora se le sumaba el ron, el cual ayudó a cimentar los imperios mafiosos de Mayer Lansky, en La Habana, y Lucky Luciano en Nueva York.

Durante más de 50 años, aunque como República independiente, la nación caribeña sirvió fielmente a la élite política y económica de los Estados Unidos, incluso, en momentos de auge revolucionario como en los años 30, fueron los enviados norteamericanos los encargados de negociar con las partes, un acto sumamente injerencista y de intromisión en los asuntos internos cubanos.

Pero el período de mayor tensión aún aguardaba por comenzar. El triunfo de la Revolución cubana y las primeras medidas del nuevo gobierno delimitaron el carácter del proceso: realmente independentista, de orgullo nacional, antimonoplizador, antimperialista y socialista. Suficientes elementos para que la furia de la política norteamericana fuese desatada contra el pueblo cubano.

Las agresiones comenzaron a la par de los cambios que ocurrían en el país. La Agencia Central de Inteligencia (CIA) apoyó e incentivó el bandidaje; organizó, con exiliados cubanos, el ataque a Playa Girón en 1961 y planeó atentados terroristas contra los líderes revolucionarios, sectores de la economía cubana y el propio pueblo.

Pero el momento de mayor confrontación directa entre ambos países sería la conocida Crisis de los Misiles o del Caribe, entre el 22 y el 28 de octubre de 1962. Calificado como uno de los acontecimientos más peligrosos de la guerra fría, este se originó luego del descubrimiento de misiles soviéticos en territorio cubano.

Ante una posible invasión norteamericana, la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) aprovechó la coyuntura para proponer, a la parte cubana, la instalación de misiles nucleares de manera preventiva. Aceptado el acuerdo, llegan al territorio insular las primeras agrupaciones de tropas soviéticas a principios de agosto.

Los servicios de inteligencia estadounidense logran detectar el movimiento militar del Bloque del Este y posteriormente, mediante un avión U-2, la ubicación de los misiles.

Ante esto, es decretado el Bloqueo Naval contra la isla y las Fuerzas Armadas Cubanas decretan el estado de alerta general. Incluso estando Cuba al borde de una guerra, los bandos soviético y americano establecen acuerdos a espaldas del gobierno revolucionario, lo que desencadenó la protesta del Comandante en Jefe Fidel Castro en defensa de la soberanía cubana.

A 54 años de sucedida la Crisis de Octubre, Cuba aún se mantiene firme, reclamando la devolución de la Base Naval de Guantánamo y el fin del Bloqueo económico, comercial y financiero.

Desde el triunfo de la Revolución, el acercamiento de los dos pueblos y sus culturas ha sido constante. A cada administración estadounidense el gobierno cubano intentó una aproximación diplomática resultando en las conversaciones secretas iniciadas en 1978 (Nueva York, Washington, Atlanta, Cuernavaca y La Habana).

Un paso de avance lo dio el demócrata James Carter (1977-1981) quien fijó su intención de establecer relaciones con Cuba. Mediante una Directiva presidencial anunciaba: "nuestro objetivo es poner en marcha un proceso que conduzca al restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre los Estados Unidos y Cuba…"

Después del período presidencial de Carter, Cuba continuó buscando entendimiento, mas no hubo una respuesta por parte del gobierno norteamericano. Las sucesivas administraciones reafirmaron sus posturas  de agresión económica y política contra la isla, hasta el reciente inicio del proceso de normalización de relaciones entre ambos países iniciadas por Raúl Castro y Barack Obama el 17 de diciembre del 2014.

Si bien Obama ha significado un nuevo precedente para la política hacia Cuba, teniendo en cuenta su visita a La Habana, declaraciones y acciones encaminadas a suavizar las medidas de bloqueo, aún se mantiene y con él los fondos destinados a un cambio de régimen.

La reciente Directiva anunciada por Obama, no niega sus aspiraciones de lograr un cambio de gobierno y reafirma la continuidad de los programas de corte injerencista y subversivo con el mismo fin.

Son las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos un proceso caracterizado por la decisión soberana de ser libre e independiente, y el capricho de otro por colonizar un territorio basándose en la teoría del Fatalismo Geográfico o en la antigua Doctrina Monroe y olvidando su pasado; mas, el pueblo cubano no ignora tales objetivos y defiende su tierra, donde todavía los amaneceres son apacibles y la fe en las ideas no muere. 



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