La prédica del cubano Miguel Cobo

Editado por Bárbara Gómez
2017-05-10 21:02:29

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Foto: Ventura de Jesús

Desde el hermoso Valle de Yumurí, en la provincia de Matanzas, llegan incesantes noticias refiriendo el progreso de la finca del cubano Miguel Cobo, quien se ubica por sus resultados en el pelotón de vanguardia del movimiento cooperativo y campesino de la región.

Por productores como él, dedicado todo el tiempo a sus sembradíos, Matanzas resultó ganadora de la sede nacional por el aniversario 56 de la creación de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños.

La prosperidad productiva de su hacienda es aún más visible desde la loma del Estero, una especie de balcón de esa llanura campestre que acapara la atención de muchos viajeros.

Lo que hace unos años estaba cubierto de marabú y donde no había otra señal de vida que no fuera la maleza bien tupida, ahora deja ver plantaciones diversas y adecuadamente atendidas. Aquí no hay una sola pulgada de tierra ociosa, todo se aprovecha, insiste Cobo mientras apunta con el dedo índice de su mano derecha hacia los cultivos.     

En el 2008 le entregaron en usufructo 13 hectáreas de tierra, donde no todo estaba a pedir de boca. «Se trata de suelos negros, casi vírgenes, aunque ubicados en una zona baja y por consiguiente difícil de trabajar en época de lluvia. Al principio pensé que era imposible meter esto en cintura. No faltó quien me metiera miedo».

La complicada tarea de limpiar y crear condiciones para la siembra no impidió que unos meses después acopiara los primeros volúmenes de viandas y hortalizas, como maíz, yuca, boniato y frijol negro. «El pasado año entregué más de 200 toneladas de productos y en este pienso acopiar un poco más».

La finca de Cobo, perteneciente a la Cooperativa de Créditos y Servicios Juan Morales, en el municipio de Matanzas, se ha ido extendiendo y abarca en estos momentos más de 35 hectáreas. Apoyado en una efectiva rotación de las tierras suele sembrar frijoles, fruta bomba, maíz, calabaza y tomate, entre otros cultivos.

No desecha nada, le saca partido a todo, dice David Hernández, uno de los cuatro jubilados que labora con él en la finquita. Nunca se está quieto, siempre está ocupado y en busca de iniciativas para incrementar los rendimientos agrícolas, comenta el labrador.

Mientras recorremos los sembrados, Cobo elogia el desempeño de quienes lo ayudan a cuidar la finquita y no da la impresión de sentir vanidad por lo conseguido.

Es consciente de la importancia de producir alimentos y de manera muy especial en las inmediaciones de las ciudades.

«Aquí entra un camión de Acopio hasta dos veces a la semana para recoger productos. Estoy optando por más tierras. Eso permitiría aumentar la producción y rotar los campos. Creo que la finca puede estirarse unas ocho hectáreas más y de esa forma sembraría ajo y cebollas, ahora que me prometieron un sistema de riego».

La finca La Fortuna atiende además un coto porcino, y gracias a 14 vacas en ordeño aporta anualmente unos 20 000 litros de leche. Cada mes entrega asimismo entre cinco y seis toneladas de carne de cerdo, como parte de un convenio porcino.

Cuenta Miguel Cobo que es hijo de campesinos y le gusta lidiar con la tierra. Sus manos callosas y endurecidas de labrador son el mejor indicio de su dedicación.

«Aquí lo único que se respira es trabajo, es la única forma de sacarle fruto a la tierra. Muchos me aconsejan que descanse un poco, que me paso la vida en la finca, pero yo respondo que nací así y que estos no son tiempos para descansar y mucho menos en el campo».

Autor: Ventura de Jesús / Diario Granma



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