
Donald Trump se vio forzado a dar dos pasos atrás en su guerra arancelaria. Foto: France24
por Guillermo Alvarado
Ante la evidencia de que la economía de buena parte del planeta, incluida la de Estados Unidos o, quizás principalmente la de ese país, estaba al borde del desastre, el presidente Donald Trump se vio forzado a dar dos pasos atrás en su guerra arancelaria.
Dije en otra ocasión que los asesores del magnate no previeron nunca que en este enfrentamiento la diferencia es insalvable, pues Washington con apenas dos siglos y medio de historia, pretendía amedrentar a China, heredera de una cultura con miles de años y la práctica así lo demostró.
A la iracundia, que es fruto de la ignorancia, se impuso la paciencia, que nace de la sabiduría y finalmente el jefe de la Casa Blanca tuvo que anunciar una rebaja sustancial en los aranceles que precipitadamente había puesto al gigante asiático, el cual se limitó a hacer algunas jugadas estratégicas.
Así, Trump reconoció que el 145% de impuestos adicionales a las importaciones provenientes de China eran demasiado y dijo que habrá una reducción sustancial.
Esto, junto con anunciar su disposición de sentarse a dialogar sobre el tema al más alto nivel con Beijing.
Ya antes de eso el presidente Xi Jinping declaraba que las guerras arancelarias y comerciales "socavan los derechos e intereses legítimos de todos los países, dañan el sistema multilateral de comercio e impactan en el orden económico mundial".
Más contundente aún fue al afirmar que su país no desea una guerra comercial, pero no teme combatir en ella, algo que sin duda su oponente no esperó escuchar nunca.
Pero no es el único frente donde el republicano tuvo que dar marcha atrás y batirse en retirada, pues su arremetida contra el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, a quien no sólo amenazó, sino que también insultó, le trajo resultados negativos.
La disposición del mandatario de buscar los mecanismos para destituir al funcionario provocó que los tres principales indicadores financieros de Estados Unidos se vinieran abajo, junto con un fuerte temblor en los mercados bursátiles mundiales.
Fiel a su estilo, Trump declaró finalmente que “nunca” tuvo la intención de despedir a Powell y la situación comenzó a tranquilizarse.
A estas alturas parece ya estar claro que el presidente de la potencia norteña está jugando algo así como al ensayo y error, sin darse cuenta de que en economía, como en otras ciencias, eso puede ser catastrófico.