Vigencia de la Primera Declaración de La Habana

Editado por Martha Ríos
2017-09-01 14:00:53

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Un mar de pueblo acompañó al líder histórico de la Revolución, Fidel Castro. Foto: Archivo

Por Jorge Wejebe Cobo

La preparación de la invasión de Playa Girón tomó un impulso a finales de agosto de 1960, mientras en San José de Costa Rica se realizaba la reunión de la Organización de Estados Americanos (OEA), para condenar a Cuba por su presunta exportación de la revolución a la región.

Los cancilleres de Nicaragua y Guatemala, junto a otros representantes de gobiernos títeres, se mostraron muy activos en la reunión preparada para justificar la futura agresión en la que se sancionaba a la Isla  por ser supuestamente instrumento de la URSS y de la República Popular China en el continente.

Al mismo tiempo, en esos países centroamericanos se entrenaban bajo la dirección de la CIA los miembros de la brigada mercenaria,  con la complicidad de sus respectivos gobiernos.

Aquella reunión de la OEA pasaría a la historia  de  la ignominia de esa organización al servicio de EE.UU., tal como lo sigue haciendo en la actualidad contra la Revolución Bolivariana, y si en algo es conocida, fue por la respuesta que recibió el 2 de septiembre de 1960 en la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba, efectuada en la Plaza de la Revolución José Martí, cuando fue aprobada la Primera Declaración de La Habana, leída por Fidel Castro.

Desde su comienzo la proclama condenó en todas sus cláusulas la denominada Declaración de San José de Costa Rica, ordenada y elaborada  por Washington.

También señaló que “La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba rechaza asimismo el intento de preservar la Doctrina de Monroe, utilizada hasta ahora, como lo previera José Martí, para extender el dominio en América de los imperialistas voraces, para inyectar mejor el veneno denunciado asimismo a tiempo por José Martí, el veneno de los empréstitos, de los canales, de los ferrocarriles”.

“Por ello, frente al hipócrita panamericanismo que es sólo predominio de los monopolios yanquis sobre los intereses de los pueblos americamos y manejo yanqui de gobiernos prosternados ante Washington, la Asamblea del Pueblo de Cuba proclama el latinoamericanismo liberador que late en José Martí y en Benito Juárez”(…)”.

Además, denunció la política imperialista de La Unión  durante más de un siglo  de intervenciones en México, Nicaragua, Haití, Santo Domingo, Cuba y Puerto Rico  para apoderarse de sus tierras y establecer  los lazos neocoloniales que garantizaron hacer de la región el traspatio del imperio.

Cuba rechazó las mentiras de la propaganda anticomunista y proclamó: “La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba niega categóricamente que haya existido pretensión alguna por parte de la Unión Soviética y la República Popular China, de utilizar la posición económica, política y social de Cuba, para quebrantar la unidad continental y poner en peligro la unidad del hemisferio.”

Ante el falso concepto de democracia representativa que sirve solo a los intereses de las oligarquías nacionales se proclamó el derecho de los pueblos a escoger el camino revolucionario y practicar el “deber de los obreros, de los campesinos, de los estudiantes, de los intelectuales, de los negros, de los indios, de los jóvenes, de las mujeres, de los ancianos, a luchar por sus reivindicaciones económicas, políticas y sociales”, además del de las naciones oprimidas y explotadas, a luchar por su liberación.

También  se reconoció  que la voz genuina de los pueblos se abrirá paso “desde las entrañas de sus minas de carbón y de estaño, desde sus fábricas y centrales azucareros, desde sus tierras enfeudadas, donde rotos, cholos, gauchos, jíbaros, herederos de Zapata y de Sandino, empuñan las armas de su libertad, voz que resuena en sus poetas y en sus novelistas, en sus estudiantes, en sus mujeres y en sus niños, en sus ancianos desvalidos”.

Por último se afirmó que  “A esa voz hermana, La Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba le responde: ¡Presente! ¡Cuba no fallará! Aquí hay Cuba para ratificar, ante América Latina y ante el mundo, como un compromiso histórico, su lema irrenunciable: ¡Patria a Muerte!

La Primera Declaración de La Habana, además de ser un rotundo triunfo moral y político ante los intentos estadounidenses y de sus títeres del continente de aislar y agredir a Cuba y  que presagió la primera derrota militar del imperio en Playa Girón en abril de 1961,  significó un programa de lucha popular  en América Latina que no pierde vigencia, a pesar de los 57 años transcurridos desde la histórica jornada, cuando fue leída por el Comandante en Jefe ante más de un millón de cubanos que en representación de todo el pueblo la aprobaron.

(Tomado de la ACN)

 



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