La tragedia de El Encanto: terrorismo rancio, made in USA (+Fotos y Video)

Editado por Martha Ríos
2019-04-13 10:06:20

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De siete pisos disponía el famoso establecimiento, situado  en la céntrica calle Galiano. Fotos: Archivo

Por Martha Gómez Ferrals

El 13 de abril de 1961 otra acción criminal, orquestada por la contrarrevolución y pagada por la CIA, provocó un incendio que derribó y calcinó hasta los cimientos la lujosa tienda por departamentos El Encanto, de La Habana, y causó la muerte de la empleada Fe del Valle, una revolucionaria que con abnegación quiso salvar fondos destinados a los niños.

Cuando se recuerda  esa tragedia, estampada con el sello inequívoco y probado de “Made in USA”, los cubanos inmediatamente rinden homenaje a Fe del Valle Ramos, la inolvidable compatriota que hizo honor a los hermosos símbolos dados por el idioma a su nombre y apellidos, en uno de esos azares de la vida que dejan a cualquiera pensando.

El acto heroico de Fe, que le costó la vida, no obedeció solo a una inspiración momentánea. Muy joven, antes de enero del 59 colaboraba con el Partido Socialista Popular, junto a su padre,  y esperaba un destino mejor para su país. Abrazó la causa revolucionaria desde el primer día.

Trabajadora en la tienda El Encanto desde 1938. En el momento del atentado  era allí la jefa del cuarto piso destinado a ventas de ropa infantil y juguetes y trabajaba por la FMC en la recaudación de fondos destinados a la construcción de círculos infantiles, guardados con seguridad en la tienda. Era una miliciana y federada activa.

Eficiente trabajadora, sencilla, entregada al deber, la familia y la causa revolucionaria, era esta mujer que estaba de guardia en las afueras del establecimiento el día del sabotaje. Ya habían pasado las seis de la tarde, hora en que había cerrado la tienda, otrora ícono de la burguesía, que sin embargo seguía funcionando normalmente después del triunfo del Primero de Enero.

Una compañera de trabajo en su testimonio dijo que, a pesar de que quiso disuadirla por el gran riesgo, ella regresó al centro comercial cuando desde afuera vio las llamaradas y y el humo del incendio diciendo que iba a salvar los fondos de los círculos infantiles. Otros testigos afirmaron que la vieron cooperar en la salida  de algunos trabajadores rezagados.

Las dos versiones pudieran ser ciertas y coincidentes. Subió a buscar los dineros y, una vez allí, ayudó a la evacuación.

Tristemente, llegó el momento en que cuando intentó salir fue demasiado tarde, la humareda se lo impidió. Su cuerpo fue encontrado sin vida y calcinado, tras una intensa búsqueda.

De siete pisos disponía el famoso establecimiento, situado  en la céntrica calle Galiano, a su vez un nodo comercial de gran renombre. Contaba con 65 departamentos y su imagen lucía flamante,  pero era  un viejo edificio de principios del siglo XX con serios daños estructurales.

Este sabotaje formaba parte de una cadena de actos terroristas realizados por toda la isla por la contrarrevolución, intensificados desde 1960, bajo la presidencia de Dwight Eisenhower, transmitidos a su sucesor John F. Kennedy, quien por aquel entonces estaba casi en las vísperas de lanzar la invasión a Playa Girón, con fuerzas mercenarias entrenadas y pagadas por su gobierno desde países vecinos.

Muchos nobles hijos de la Patria ya habían muerto por esos crímenes y el pueblo recordaba con dolor y horror, entre los más terribles,  el sabotaje al vapor francés La Coubre ocurrido hacía poco más de un año, el cuatro de marzo de 1960.

El gobierno estadounidense, tal y como hace ahora en Venezuela, se dedicaba a fomentar un clima de inestabilidad interna y de angustia, como preámbulo de su intervención militar disfrazada, lo cual nunca fue un secreto para nadie y Cuba denunciaba ante la ONU, incluso, varias veces.

Con el guión sucesivamente repetido de contar con el entreguismo de organizaciones contrarrevolucionarias y de elementos desafectos a la Revolución, introdujeron  armas y explosivos en desembarcos clandestinos costeros e infiltraron  equipos y  agentes especializados, adivinen en qué, en sabotajes, terrorismo y torturas.

Los estimados de la CIA no ocurrieron según sus planes, pues ante cada agresión o sabotaje salvaje, el pueblo cubano respondía cerrando aún más las filas en torno al joven proceso social.

El trabajador de El Encanto, Carlos González Vidal, desafecto al sistema cubano, había aceptado la misión propuesta por la contrarrevolución de llevar a cabo el acto criminal una semana antes.

Se le entregaron dos petacas de explosivos suministrados por la CIA. Puso como condición que lo sacaran del país y lo trasladaran a Estados Unidos.

Los explosivos camuflados en cajetillas de  cigarrillos Edén, marca reconocida de entonces, debían ubicarse en  áreas de gran potencial inflamable, para que el fuego creciera con rapidez, como sucedió. Se colocaron en dos pisos distintos, pero los mentores habían previsto un efecto rápido y brutal,  y así ocurrió.

Las petacas incendiarias estallaron velozmente, pues su composición así lo garantizaba debido al soporte químico de alta combustión, usado por expertos en acciones militares. El fuego tomó los siete pisos de la tienda propagado por los conductos de aire acondicionado.

De ahí, su alto poder destructivo, lo que hizo al incendio prácticamente indetenible. Cenizas, escombros y vigas de acero retorcidas fue el infierno creado en aquel sitio, antes casi de ensueño, que empezaba a disfrutar toda la población. Las pérdidas materiales se estimaron en 20 millones de dólares.

El operativo revolucionario logró descubrir el refugio del autor material del hecho y de otros responsables por el sabotaje, en una casa frente al mar en la habanera playa de Baracoa, mientras esperaban el rescate ofrecido por sus amos del Norte.

Les salió el tiro por la culata esta vez en ese nuevo intento de burlar al pueblo. Tras un largo interrogatorio confesaron su responsabilidad.

Hay que recordar  el hecho triste por el homenaje y también por la necesidad histórica. Las   mentiras y la manipulación mediática hoy mismo se empeñan en borrar quienes son los verdaderos creadores y promotores del terrorismo. No se puede permitir. (Tomado de la ACN)

 



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