La luz larga del comandante Piñeiro

Editado por María Candela
2021-02-27 11:45:38

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Por: Pedro Martínez Pírez
 

Comandante Manuel Piñeiro

En 1964, a mi regreso a Cuba luego de haber cumplido durante casi dos años una misión diplomática en Chile, el jefe de la misión de la nación austral, Emilio Edwards Bello, me entregó en La Habana una condecoración otorgada por su gobierno: la Orden al Mérito en el Grado de Comendador.

Expresó el diplomático que esa Orden es la más antigua de Chile, creada en 1817 por el Libertador Bernardo O¨Higgins, con el objeto de premiar servicios civiles destacados a la República de Chile prestados por ciudadanos extranjeros.

Recuerdo que la Embajada de Chile estaba situada entonces en la casona que hoy ocupa la Biblioteca de la Casa de las Américas, en Avenida de los Presidente y Calle Línea, y que me acompañó a recibir la condecoración el viceministro de Relaciones Exteriores Arnol Rodríguez Camps.

Pienso que la decisión del gobierno conservador de Jorge Alessandri de otorgarme la Orden al Mérito fue promovida desde la Cancillería chilena, donde algunos funcionarios con los cuales me relacionaba con frecuencia, quedaron impresionados por mi decisión, como Encargado de Negocios de Cuba, de donar al gobierno revolucionario un automóvil que había comprado para traer a La Habana al término de mi misión diplomática.

Fue en octubre de 1963 a raiz de los gravísimos daños ocasionados por el paso del ciclón “Flora” por la región oriental de Cuba. Mi donación de un Volkwagen recién importado de Alemania, representó un ahorro de dos mil quinientos dólares que se destinarían a la compra del vehículo para el Consulado de Cuba en Valparaíso, donde el Cónsul era el poeta guantanamero Ernesto Víctor Matute, ya fallecido.

Pero esta historia viene al caso porque quiero contar  una anécdota relacionada con el Comandante Manuel Piñeiro, a quien llamé poco después del golpe fascista del 11 de septiembre de 1973 contra el gobierno constitucional del presidente Salvador Allende, para comentarle a Barbarroja mi decisión de devolver la condecoración chilena recibida nueve años atrás.

No, me dijo el Comandante Piñeiro, no la devuelvas, porque la dictadura de Pinochet no será eterna y sería un desaire al pueblo chileno. Y, además, esa medalla puede ser útil en un futuro a Cuba.

Así era Barbarroja. Un hombre de talento y mucha visión política. Me lo demostró en muchas ocasiones dentro y fuera de Cuba.

Recordé a Piñeiro cuando en ceremonia efectuada en La Habana el 22 de febrero de 2018, el embajador de Chile en Cuba, Ricardo Herrera, entregó esa misma distinción al Historiador de la Ciudad de La Habana Eusebio Leal Spengler, con una cariñosa carta de la presidenta Michelle Bachelet, a pocas horas de terminar su mandato en la nación austral.

La presidenta chilena con esta decisión en las postrimerías de su mandato, hacía realidad el pensamiento de José Martí que afirma que honrar, honra.

Y a mi mente vino la noche del 11 de marzo de 1998, la última vez que estuve con el Comandante Piñeiro, en la residencia del embajador de México, Claude Heller, en una recepción muy concurrida, pues los mexicanos celebraban en esa fecha el 83 aniversario de la llegada a Ciudad de México de las tropas comandadas por el general Emiliano Zapata.

Nunca olvidaré que los últimos en abandonar la sede diplomática de México esa noche fuímos Manuel Piñeiro, el periodista Luis Báez y yo, y que la noticia del fallecimiento horas después del accidente automovilístico de Barbarroja, me lo comunicó por teléfono, en horas de la madrugada, el periodista uruguayo Osvaldo Burgos, gran admirador de Piñeiro.

Son hechos y momentos que merecen ser contados cuando algunos fuera y dentro de Cuba trabajan con ahinco y buen financiamiento para que los cubanos perdamos la memoria histórica y olvidemos a nuestros paradigmas revolucionarios.

La Habana, 27 de febrero de 2021



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