Turquía: cosechando tempestades

Editado por Maria Calvo
2016-01-12 10:54:29

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por Guillermo Alvarado

Las autoridades de Turquía han mantenido durante los últimos tiempos una actitud ambigua respecto a la lucha contra el autodenominado Estado Islámico, lo cual no le ha ahorrado el ser objetivo de numerosos atentados terroristas que costaron decenas de vidas, la mayoría civiles inocentes.

Hace pocas horas un concurrido centro turístico en la ciudad de Estambul, la Plaza de Sultanahmet, colindante con la Mezquita Azul y Santa Sofía, se estremeció con la explosión de una bomba que causó la muerte a varias personas, entre ellas algunos visitantes alemanes, de acuerdo con los primeros reportes policiales.

Tras el ataque, el primer ministro, Ahmet Davutoglu, se reunió de urgencia con los titulares de Interior, Salud y Justicia y decretó, además, la prohibición de publicar imágenes del lugar, si bien muchas ya circulan por los medios digitales y las llamadas redes sociales.

El mortífero atentado se suma a una serie de actos perpetrados por grupos extremistas, supuestamente vinculados al Estado Islámico, que causaron zozobra entre la población el año pasado.

Los peores ocurrieron a partir del 5 de junio, cuando un artefacto explotó durante un mitin de un partido favorable al movimiento independentista kurdo y mató a cuatro personas. El 20 de julio un atacante suicida detonó una bomba en un acto convocado por organizaciones de izquierda y segó la vida de 33 asistentes al evento, la mayoría de ellos jóvenes.

La acción más sangrienta, sin embargo, ocurrió el 10 de octubre en Ankara, la capital turca, cuando dos extremistas se inmolaron en medio de una concurrida manifestación por la paz en Turquía y mataron a más de un centenar de activistas.

A pesar de estos atentados, el gobierno turco se muestra reticente a jugar un papel activo en la lucha contra las organizaciones terroristas que desangran al Oriente Medio y hay denuncias de que muchos de los integrantes de estas bandas recibieron entrenamiento en ese país, antes de trasladarse a Siria o Iraq.

Ankara está opuesto a las acciones militares rusas contra el Estado Islámico en Siria, donde destruyeron ya más de mil objetivos, y aún se mantiene abierta la crisis por el derribo de un avión de la fuerza aérea de Rusia, un acto aparentemente planificado por el ejército turco pues el aparato nunca violó su territorio, como intentaron hacer creer para justificar la acción.

Se sabe, también, que mucho del petróleo extraído de manera ilegal por los extremistas en Siria va a parar a Turquía por medio de una red de contrabandistas que utilizan diversas maneras de cruzar las fronteras.

La venta del crudo es una de las principales fuentes de financiamiento del Estado Islámico, pero curiosamente todas esas transacciones ocurren sin que nadie sea capaz de interrumpirlas o, al menos, detectarlas.

El lamentable atentado de las últimas horas debería servir de advertencia para el gobierno de Ankara, que haría bien en recordar el viejo proverbio de que “quien siembra vientos, cosecha tempestades”.



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