Nicolás Guillén: Manchego, costumbrista, cubano

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2019-07-09 10:23:16

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Foto: Archivo.

Por: Ernesto Montero Acuña

La Habana, 9 jul (RHC) El poeta cubano Nicolás Guillén (1902-1989) escribió el 4 de febrero de 1925 en su sección Pisto Manchego: ''Antes de decir una palabra de nada hoy quiero hacer una advertencia para que no se me tache de irreverente: soy patriota''.

A la redacción del diario local El Camagüeyano, entonces de línea política conservadora, se incorporó el 20 de marzo de 1924, un hecho que la dirección del periódico informó con beneplácito en nota editorial.

Advertía el texto: “Nicolás Guillén, hijo, ha sido declarado cesante en el Ayuntamiento por el delito de pensar con su cabeza. Del mismo modo y por el mismo delito, Nicolás Guillén, padre, habría sido maltratado en estos tiempos, si por la causa del liberalismo no hubiera perdido la vida”.

En la sección del 4 de febrero de 1925, el joven redactor confesaba vibrar ante las cosas de Cuba con sincero entusiasmo, y cada vez que oía hablar bien del machete de Maceo y de la estrella solitaria se hundía en la más grata de las emociones, según explicaba en relación con el Titán de Bronce y el simbólico lucero de la bandera cubana.

Cuando publicó la nota, no había cumplido los veintitrés años -nació el 10 de julio de 1902- ni contaba con una militancia política formal reconocida.

Su poesía es hoy de enorme valor en la cultura nacional, aunque debe destacarse igualmente la ejemplaridad de su periodismo, riguroso siempre, si bien se ha considerado más conceptual el posterior a 1959.

La veta satírica ocupa amplio espacio en sus obras poética y periodística anterior al triunfo revolucionario en Cuba, sobre todo en el periódico Hoy, rotativo del Partido Comunista (luego Socialista Popular), donde aparecieron su Sátira política en verso y buena parte de sus artículos luego de 1938.

Durante sus inicios en El Camagüeyano fue redactor, corrector de pruebas y mantuvo bajo su responsabilidad la sección Pisto Manchego, acerca de la cual reconoció que mezclaba la actualidad nacional o mundial en los anuncios publicitarios de productos y servicios locales con poesía y prosa periodística.

Entonces su rigor era tal que advertía, sobre una sección olvidada, haber tenido el propósito de escribirla un día antes para pulirla, limarla y limpiarla de toda impureza gramatical y hacer que saliera prestigiosa y brillante.

Sobremanera interesante resulta lo publicado el 26 de enero de 1925 acerca de la Revolución de Octubre, en relación con la cual afirmaba no creer “ni los cables que llegan de Rusia”.

A seguidas exclamaba: !Sabe Dios cuántas mentiras se han echado a volar en relación con la revolución roja y como se habrá envenenado la mentalidad del mundo!'.

Con pareja aprehensión recibió el fallecimiento de Lenin, el 21 de enero de 1924, el cual no creyó hasta ver “las fotografías del entierro y, sobre todo, de la cámara mortuoria con el cadáver del gran reformador entre sábanas”, como publicó un año después, el lunes 26 de enero de 1925.

Sus nociones políticas estaban sostenidas entonces por una elevada convicción personal, claramente heredada de su progenitor, Juan Nicolás Guillén Urra.

Este había escrito en 1899 como copropietario del periódico Las Dos Repúblicas: “El derecho de Cuba a su soberanía no se discute, se impone, toda discusión en ese sentido, nos la vedan, la dignidad, el honor de militares del Ejército Libertador y los juramentos prestados solemnemente en más de una ocasión”.

Se infiere una relación muy estrecha entre ambos, como explicó el poeta en numerosas ocasiones, a pesar de que la muerte de Guillén Urra se produjo cuando Guillén Batista apenas contaba quince años.

Además, el vacío que aquel dejó y la responsabilidad familiar asumida por el hijo mayor, sin duda también lo foguearon en lo político.

No cejaba en denunciar la corrupción en Cuba, de modo que cualquier tema de la cotidianidad local, nacional o internacional podía caer bajo la lupa de Interino, como se hacía llamar, y quedar en solfa.

Tales crónicas, anuncios o sueltos, como los llamaba, la Editorial Letras Cubanas los publicó en tres tomos en el 2013, y cubren la etapa entre el 25 de marzo de 1924 y el 30 de agosto de 1926, aunque su redactor permaneció en el rotativo hasta diciembre de aquel año, cuando se estableció en La Habana.

En las secciones de El Camagüeyano, Guillén penetró con sus pistos en el costumbrismo proveniente del antecedente europeo a través de España, aclimatado a las circunstancias de la isla por los grandes cultores cubanos del género en el siglo XIX.

En el poeta existió, sin embargo, una intención más utilitaria que en sus antecesores. Aquellos pretendían más bien entretener moralizando, con elegancia periodística y literaria, mientras que el recién iniciado redactor se proponía divertir denunciando en forma burlesca.

Como antecesor había tenido a su conterráneo Gaspar Betancourt Cisneros (1803-1866), cuyas Escenas cotidianas, 26 artículos publicados en la Gaceta de Puerto Príncipe entre el 16 de junio de 1838 y el 2 de junio de 1840, son muy reconocidas. Como muestra, basta un paralelo:

EL LUGAREÑO: “¿Pondré en escena un billar? Bien lo merecen tantas academias de ociosidad y vagancia, bautizadas con el honroso nombre de diversión y pasatiempo, que un moralista llamaría de pasatedio”.

GUILLÉN: “Escribiré sobre la situación económica del país [...], a pesar de las huelgas constantes y de las actividades poco recomendables de muchos de sus gobernantes, que, como ha dicho el coronel Despaigne, escriben con dos dedos y cogen lo que pueden con los diez”.

Su sentencia sobre el entonces secretario de Hacienda la originó el propio Despaigne, quien confesaba no tener la habilidad del [presidente] Dr. Zayas para escribir con los dedos, pie de la referencia a coger con los diez.

Existen antecedentes y contextos, tanto nacionales como universales, favorables a la forma que asumió Guillén, quien disponía de información internacional cablegráfica actualizada en El Camagüeyano.

Salvador Bueno, estudioso de la literatura nacional, advierte en su compilación sobre los Costumbristas cubanos del siglo XIX que “es un género autónomo, independiente de otras funciones literarias”.

Aclara asimismo que “el cuadro de costumbres surge [...] en relación directa con el desarrollo de las publicaciones periódicas en el siglo XVIII”.

Al respecto explica que “no parece erróneo estimar como iniciadores de esta modalidad literaria a los ingleses Richard Steele (1672-1729) y Joseph Addison (1672-1719), quienes en The Tatler dieron origen a estos breves bocetos de costumbres”.

Del Reino Unido la manifestación pasaría a Víctor-Joseph Etienne (1764-1846) y otros en Francia, quienes influirían en varios españoles, entre ellos Mariano José de Larra (1809-1837), cuyos textos bajo el seudónimo de Fígaro no debieron faltar, según estudiosos camagüeyanos, en las bibliotecas del padre y del padrino de Guillén.

En su libro de memorias Páginas vueltas [Ediciones Unión, 1982, p.14], el poeta rinde culto a este último, Gustavo Caballero, sobre el cual explica que “murió en otra guerra civil, La Chambelona”, en la que también cayó su padre.

El poeta lo consideraba “muy instruido, y sus ideas no ya liberales sino socialistas, lo ubicaron siempre en la izquierda”. Sobre la muerte explica que “lo mataron a sangre fría, en el mismo vagón de ferrocarril que lo traía prisionero a la ciudad de Camagüey”.

Se trata de antecedentes imprescindibles para seguir la huella de un género que fue ingrediente nada minúsculo en su obra, tanto en la periodística como en la poética, en las que no funciona como expresión menor, sino como tributo mayor a la cultura nacional.

Con posterioridad a 1959, el poeta publicó en la prensa nacional como lo había hecho desde diciembre de 1928 en la página Ideales de una raza, del Diario de la Marina, cuando comenzó a colaborar en la sección a cargo del ingeniero Gustavo Urrutia, donde también aparecieron en 1930 sus Motivos de son.

Numerosa prensa extranjera de América Latina, en países como México, Venezuela, Argentina, Brasil, Chile y muchos otros; o de Europa, como España, Rusia, naciones exsocialistas y varias más, lo distinguieron y reflejaron su obra, tanto en prosa como en verso.

Como publicó en su artículo Racismo y revolución [Prosa de prisa, Ediciones Unión, tomo III, p. 304]: “La ausencia de la línea de color alcanzada por la Revolución es indispensable para el fortalecimiento de la unidad nacional”.

A lo que añadió: “El pueblo cubano es hijo de la estrecha convivencia histórica de dos núcleos fundamentales, el descendiente del esclavo y el del amo, sin la fusión de los cuales carecería nuestro país de carácter y perfil”. Guillén escribiría igual un burlesco Pisto Manchego sobre la realidad circundante que un justo análisis sobre las políticas nacional o internacional o un elogio acerca de los éxitos revolucionarios, previos o posteriores al triunfo de enero de 1959 en Cuba.

Como poeta es sobremanera justipreciado, al extremo de que su libro de poesía Sóngoro cosongo, el segundo en su obra, se incluye entre los cien más importantes en la literatura universal, claro reconocimiento a los valores nacionales que situó como cimeros. (Fuente: PL)



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