Brasil: ¿20 años no es nada?

Editado por Maria Calvo
2016-12-15 12:21:48

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por Guillermo Alvarado

El malestar crece en Brasil después que el Senado decidió aprobar el proyecto del presidente golpista Michel Temer de limitar el crecimiento del gasto público durante los próximos 20 años, lo cual equivale a sacrificar a los sectores menos favorecidos del país con el pretexto de equilibrar las cuentas del Estado, reducir el déficit fiscal y controlar la deuda externa.

Para comprender exactamente lo que ocurrió, imaginemos la siguiente escena: una familia numerosa está reunida y los padres informan a los hijos que se está gastando más de lo que se tiene, por lo que a partir de ahora se comerá menos y con menor calidad, si alguien enferma no acudirá al médico y resolverá con remedios caseros, quedarán limitadas las erogaciones para estudios e incluso algunos tendrán que abandonar la escuela.

Eso sí, papá, mamá y tíos mantendrán su tren de gastos, vacaciones en el extranjero y otros privilegios, autos caros e incluso se estudiará rebajarles su contribución al gasto familiar para evitarles dolorosos sacrificios.

Eso, ni más ni menos, es lo que ocurrió en el Gigante Sudamericano. Tal es la idea brillante de Temer, acuerpada por los mismos senadores que lo ayudaron a consumar su traición y derrocar a la legítima presidenta Dilma Rousseff.

A partir de ahora el Estado será casi invisible en áreas vitales, como la salud, educación, vivienda, servicios indispensables de electricidad, agua y drenajes, carreteras y vías de comunicación.

Es verdad que cuando la situación económica aprieta hay que hacer ajustes, pero lo que nadie se explica es que se castigue a los pobres, mientras los ricos disfrutan de todos sus beneficios y los escándalos por corrupción siguen salpicando a las altas esferas del gobierno y del organismo legislativo.

La vispera José Yunes, asesor y amigo personal de Temer por más de 50 años, renunció cuando se denunció que recibió dinero irregular de la empresa Odebrecht Este caso también afecta al presidente interino, quien se habría beneficiado con al menos tres millones de dólares en 2014, así como al líder del partido oficial en el senado, Marcelo Jucá.

Apenas se conoció el drástico ajuste fiscal, miles de personas se lanzaron a las calles a protestar en 14 ciudades, incluyendo los grandes centros urbanos de Río de Janeiro, Belo Horizonte y Porto Alegre. En casi todos estos lugares hubo choques entre manifestantes y la policía y se multiplicaron los gritos de: Fuera Temer.

Si hay que equilibrar las finanzas, ¿por qué no aumentar los impuestos a los que más tienen? ¿por qué no rebajar los jugosos salarios de los parlamentarios, que ganan más de 10 mil dólares al mes, y una cifra casi igual por viáticos, alimentación, oficinas, y personal de apoyo? ¿por qué los pobres deben pagar por los ricos?

Michel Temer se equivoca si piensa, como el famoso tango, que 20 años no son nada. El círculo de impopularidad se cierra cada vez más y, honestamente, no creemos que podrá ver sentado desde su sillón presidencial el final de esta historia, donde la traición, el ansia de poder y la ambición desmedida, le marcan el camino al infierno.



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