Los desafíos del nuevo presidente paraguayo

Editado por Maite González Martínez
2018-04-24 10:15:58

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Foto ilustrativa/Sputnik Mundo.

Por: Guillermo Alvarado

El candidato colorado, Mario Abdo Benítez, se alzó con la presidencia de Paraguay tras lograr una exigua diferencia de 3,7 por ciento de los sufragios ante su inmediato seguidor, Efraín Alegre, propuesto por una alianza entre el partido Liberal Radical Auténtico y el Frente Guazú, del expresidente Fernando Lugo.

Se trata de una victoria con sabor amargo para Benítez, pues antes de los comicios hubo encuestas que le vaticinaron hasta 20 puntos de diferencia, que ya en el lenguaje concreto de las urnas se desvaneció.

En una primera lectura esto significa que cerca de la mitad de los ciudadanos no se convencieron con las propuestas del partido que más veces ha regido los destinos de la nación sudamericana.

De acuerdo con el analista José María Costa, para gobernar con estabilidad el nuevo presidente tendrá que acudir al diálogo político, sobre todo en temas muy sensibles como el incremento de la pobreza y las enormes desigualdades, tanto en el interior de las ciudades como entre las áreas urbana y rural.

Benitez es una figura muy cercana al antiguo dictador Alfredo Stroessner, quien gobernó con puño de hierro durante 35 años, desde 1954 hasta 1989. El padre del hoy presidente electo fue secretario personal del tirano y estuvo considerado como uno de los cuatro hombres más poderosos durante ese régimen y a su caída resultó acusado de enriquecimiento ilícito, pero el expediente fue sobreseído por un tribunal y logró conservar su fortuna.

Abdo Benítez reivindicó algunos aspectos de la dictadora de Stroessner, sobre todo en materia económica, entre ellos el trato preferencial a los sectores económicos más poderosos.  En su programa de gobierno propone, precisamente, mantener un régimen fiscal muy suave para empresarios nacionales y extranjeros con el pretexto de incrementar la inversión foránea.

Sin embargo, el estrecho resultado de su victoria y la cruda realidad del Paraguay no le darán mucho margen de maniobra.

Hereda de su antecesor y correligionario, Horacio Cartes, un país con un discreto repunte en su Producto Interno Bruto y, al mismo tiempo, con cada vez más gente viviendo en condición de pobreza.

No hace falta tener muchas luces para darse cuenta de que si la economía crece, y también lo hace la pobreza, es porque existe un sistema que permite a unos pocos apropiarse de la riqueza que producen los demás.

El caso es que el 40 por ciento de los menores de 10 años, o sean unos 600 mil niños, viven en la precariedad y de ellos más de 136 mil en la miseria. Todos ellos carecen de los servicios mínimos de salud, educación y vivienda.

Uno de los graves problemas de Paraguay es la existencia de un millón 200 mil adultos ejerciendo trabajo informal, sin garantías laborales y con salarios ínfimos, que no pueden sino reproducir la condición de pobreza en su familia, sobre todo sus hijos.

No es mucho el tiempo de que dispondrá Abdo Benítez para demostrar si está dispuesto a ser un presidente para todos o, como su predecesor, sólo gobernará para las capas acomodadas. Casi la mitad de la población lo estará observando.



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