La primera baja

Editado por Maria Calvo
2025-05-30 10:20:19

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Elon Musk y Donald Trump

por Guillermo Alvarado

Se preveía hace ya algunas semanas y finalmente se confirmó en horas recientes, y es que el multimillonario de origen sudafricano y radicado en Estados Unidos, Elon Musk, por fin se dio cuenta de que uno de sus peores negocios fue asociarse con el presidente Donald Trump.

El dueño de grandes consorcios, como la plataforma de redes sociales X, la corporación SpaceX y la fábrica de automóviles eléctricos Tesla se convirtió en el principal donante de dinero a la campaña del polémico magnate inmobiliario, en su esfuerzo por llegar de nuevo a la Casa Blanca.

A cambio, Trump le prometió un puesto privilegiado dentro de su administración y, en efecto, lo puso al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés).

El objetivo principal de Musk en este organismo era adelgazar al máximo al aparato de la administración pública, es decir al Estado, como mandan los manuales clásicos del neoliberalismo, y al mismo tiempo recortar la mayor posible cantidad de gastos federales.

Sin embargo, ninguno de ellos calculó que dos egos tan grandes no caben ni siquiera en la Casa Blanca, o más bien, fundamentalmente en ella.

El patrón de X se declaró decepcionado de su “amigo” cuando se percató de que prepara un mega proyecto legislativo que pretende hacer un recorte de impuestos y transferir fondos multimillonarios al sector de los más ricos.

O sea que el recorte de gastos que Elon estaba haciendo con una mano en DOGE, Trump lo iba a destruir con las dos.

Pero no es sólo eso, pues desde que se conocieron los resultados de las elecciones de noviembre del año pasado y sobre todo cuando empezó este  gobierno, Musk comenzó a sufrir grandes mermas en sus negocios.

 Tesla perdió casi 20 mil millones de dólares y aunque SpaceX recibió contratos gubernamentales por sumas exorbitantes, eso, como todo lo que pasa con Trump, no está escrito en mármol y puede cambiar.

El dinero, como todo el mundo sabe, no conoce de lealtades y a la hora de sumar y restar, el tipo más rico del mundo se dio cuenta de que convenía más alejarse de Washington.

No es un asunto de ideologías, o de ideas siquiera, pues nunca lo fue, sino de intereses que en un determinado momento coincidieron y pareció que podían convivir, pero la práctica demostró lo contrario.

Tampoco es una separación dramática, pero algo es hoy día más claro y despejado en la capital federal de Estados Unidos, como si el aire fuese un poquito, nada más un poquito, más puro



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