Cuba: ¿la fruta que maduró? (I)

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2018-12-17 11:16:06

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Foto: Cubadebate.

Por: Haroldo Miguel Luis Castro

La Habana, 17 dic (RHC) El 18 de mayo de 1898 en la carta inconclusa a Manuel Mercado, José Martí advertía sobre las intenciones expansionistas de los Estados Unidos sobre Cuba y la región.

Apenas tres años después, el ejército norteamericano conseguía intervenir sin grandes complicaciones en el conflicto con España. ¿Cómo fue esto posible?

Desde la propia planificación de la llamada Guerra Necesaria, Martí comprendió la necesidad de desarrollar una lucha armada contundente pero breve, no solo para evitar los errores de contiendas pasadas, sino también para impedir el vertiginoso avance de los Estados Unidos como potencia naciente.

Por eso, cuando marines norteamericanos irrumpieron en tierras cubanas, no fue debido a la voladura del Maine, ni mucho menos a la imposición por parte de España de políticas genocidas como la reconcentración llevada a cabo por el capitán general Valeriano Weyler, justificaciones esgrimida por ellos desde siempre.

Esta correspondía a fuerzas mayores que, como planteara el mandatario norteamericano Jhon Quincy Adams con su famosa política de fruta madura, hacían que estuviesen creadas todas las condiciones para ello.

¿Cuáles eran? Sencillo. La situación en Cuba para los gobernantes ibéricos se hacía cada vez más insostenible y, por si fuera poco, el movimiento independentista amenazaba cada vez más con arrebatar el control del país a la fuerza. Situación esta que no hacía nada bien a los intereses norteamericanos.

Las caídas en combate de José Martí, apenas iniciada la guerra, y de Antonio Maceo, el 7 de diciembre de 1896, significaron un duro revés, pues no solo se perdían dos de las figuras más importantes de la gesta, sino también a radicales antimperialistas.

Así, mientras en los campos de batalla miles de cubanos arriesgaban sus vidas, otros hacían cuanto podían para pactar una salida pacífica del conflicto empleando a Estados Unidos como mediador. En todo esto, mucho tuvo que ver la participación de Tomás Estrada Palma, quien desde la muerte del Apóstol ocupó el cargo de delegado del Partido Revolucionario Cubano.

Desde su posición, Estrada Palma promovió contactos con los círculos de poderes norteamericanos hasta conseguir la “ayuda” de William McKinley, por aquel entonces presidente de los Estados Unidos.

Dicha actitud había sido contraria a la manifestada históricamente por la nación norteamericana. Desde el inicio de las luchas por la independencia, la naciente República en Armas, encabezada por Carlos Manuel de Céspedes, buscó en el país norteño un apoyo que nunca encontró.

La adopción de una política caracterizada por la falsa neutralidad no reconoció al gobierno beligerante y facilitó a la metrópoli española, además de municiones y armas, un férreo sistema de control y espionaje sobre los cubanos que residían en suelo estadounidense. Actitud que perduró hasta que convenientemente entendieron necesario crear en el pueblo un criterio contrario a las políticas practicadas por España.

El 10 de diciembre de 1898, la firma del Tratado de París, demostró la verdadera naturaleza de aquella “ayuda”, sobre la cual, todavía, queda mucho por contar. (Fuente: Cubahora)



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