Playita: lecciones de Cajobabo

Editado por Pablo Rafael Fuentes
2024-04-11 06:41:33

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Foto: Periódico Venceremos

La Habana, 11 abr (RHC) De que el lugar exacto es ese confín pedregoso del litoral caribeño, no hay duda; Marcos del Rosario, quien había llegado en la expedición que en la noche del 11 de abril de 1895 rescató del anoni­mato a Playita de Cajobabo, 27 años después regresó para señalarlo.

Lo difícil de aquella hombrada, que a algunos todavía le parece irreal, es responder cómo fue posible entre tal manojo de inconvenientes; oscuro y endemoniado el mar, gruesa y persistente la lluvia; frágil y diminuta la embarcación.

Habían salido de Cabo Haitiano con la sospecha de tener detrás a una posible cañonera española. El espionaje hispano los seguía desde antes. «Cuanto se ha hecho es sabido al dedillo –le advirtió el Apóstol a Gómez–, y tiene agentes siguiéndolo y dando la ocasión que debemos evitar si hemos de salvar a la Revolución».

Dicen que, cuando en un punto próximo a la costa sur del oriente cubano el carguero Nordstrand detuvo la marcha, dispuestos ya para hacerse a la mar los seis expedicionarios, Heinrich Julius Theodor Lowe, capitán de la nave germana, casi les suplicó al Generalísimo y al Maestro para que desistieran de completar la arriesgada aventura.

Lo frágil de la embarcación, la penumbra, el océano tempestuoso, hacían que el avezado marino temiera por la suerte de aquellos con los que en menos de una semana había entablado amistad. No los convenció. Abortada La Fernandina, otras acechanzas aconsejaban abreviar el viaje; Martí había prometido que lo harían «en una cáscara de nuez o en un leviatán». 

Estaba en marcha la Guerra Necesaria, «ya arde la sangre», consignaba José Julián. El lugar de quienes la habían inculcado, gestado y echado a andar, era Cuba. La obra requería prisa: «hay que dar respeto y sentido humano y amable al sacrificio».

A Gómez y a Martí los impulsaba una causa mayor: la patria, la independencia; era su brújula y su energía; por ella desafiaron los avatares de aquella travesía peligrosa, decididos a no dar un paso atrás.

Poco antes del arribo a la costa de Imías, «el timón se pierde»; quedaron a merced del oleaje. Tuvieron suerte; otro habría sido el destino, de haberse impactado ellos contra una de las moles rocosas que atavían el lugar, y cuyas estampas lo dicen todo en el mismo sitio que 129 años atrás recibió al guía político y al más alto jefe militar de la guerra por la independencia de Cuba, reiniciada en 1895.

En suelo firme, «piedras, espinas y cenagal, montes serrados, picudos, tetudos»; breñas, ríos, «marchas rudas y fatigosas por montañas escarpadísimas»; hostil la naturaleza; implacable el enemigo colonialista. La odisea del mar se prolongaba en tierra; pero la causa era justa; y el espíritu, por inclaudicable y tenaz, invencible. Esa es la lección de Playita de Cajobabo. (Fuente: Granma)

 

 



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