El poder y la soledad

Editado por Martha Ríos
2021-10-20 00:05:41

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Foto: Archivo/RHC

Por Guillermo Alvarado

Desde que asumió su cargo hace menos de cien días el presidente de Perú, Pedro Castillo (en la foto), ha sentido en carne propia que, bajo ciertas circunstancias, la llegada al poder significa una soledad muy grande, incluso respecto a aquellos que contribuyeron a colocarlo en la cima.

Ya en las primeras jornadas de la campaña electoral el profesor rural de Cajamarca estaba convencido de que la derecha no le daría un solo momento de tregua, como ocurrió en efecto con la demora en dar los resultados oficiales que obstaculizó un traspaso ordenado de la primera magistratura.

Para lo que quizás no estaba preparado, sin embargo, es que antes de llegar a los tres meses en la administración de ese país, una parte de la dirigencia de Perú Libre, el partido que lo postuló, no sólo lo abandonó sino que se dispone a hacerle la vida imposible en el Congreso.

Se trata de una situación grave que puede traer severas consecuencias al precario equilibrio que se ha vivido desde el 28 de julio.

Pocas veces se ha visto en nuestra región que el partido oficial se aparte de esa manera cuando apenas se están gestando las promesas hechas a la población, que sufragó no tanto por una formación política, sino por la posibilidad de transformar la vida para la mayoría.

Vladimir Cerrón, líder de Perú Libre y quien no pudo participar en los comicios porque fue condenado por corrupción, y que ahora enfrenta un nuevo proceso, acusó a Pedro Castillo de apartarse de la línea prevista y hacer un giro a la derecha con el nuevo gabinete que debe ser aprobado pronto.

Es algo extraño, porque en el nuevo equipo hay figuras de ese partido y de la izquierda, comenzando por la propuesta como primera ministra, Mirtha Vásquez, una abogada progresista de mucho prestigio, o Dina Boluarte, hasta hace poco considerada muy cercana a Cerrón.

Además, el hecho de que Perú Libre anuncie que no va a votar a favor del nuevo gabinete, eso sí que llevará a Castillo a buscar arreglos con fuerzas políticas del centro o hasta de la derecha moderada, para intentar sobrevivir.

Todo el mundo sabe que, en esa nación, tener el Congreso en contra es la manera más fácil de que un presidente sea destituido, porque eso ha ocurrido hasta la saciedad en años muy recientes.

Qué lástima que posiciones personales antagónicas pongan en riesgo un proyecto en el que mucha gente depositó sus esperanzas, cuando todavía no ha podido empezar a demostrar su voluntad de cambiar lo que haga falta.

Será muy, muy difícil que en unas nuevas elecciones la izquierda vuelva a imponerse a la derecha dominante peruana. Guerra avisada, no debería matar soldados.                 



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