
Por: Maritza Gutiérrez
A lo largo de seis décadas, el gobierno de Estados Unidos ha persistido en su intento infructuoso por derrocar a la Revolución Cubana, un objetivo que no solo se ha revelado como inalcanzable, sino también como una manifestación de un enfoque imperialista que ignora los principios de independencia y autodeterminación del pueblo cubano. El papel de los llamados "halcones" de Washington, respaldados por una élite cubano-americana con intereses comerciales en la política, revela la complejidad de las dinámicas geopolíticas que rodean a Cuba.
Las 243 medidas coercitivas impuestas durante la administración de Donald Trump son un claro ejemplo de esta hostilidad exacerbada. Estas mal llamadas sanciones no solo han afectado profundamente la economía cubana, sino que también han tenido un impacto adverso en la vida cotidiana de sus ciudadanos, resultando en escasez de productos básicos y aumentando las dificultades para acceder a servicios fundamentales. Estas ilegales sanciones no son actitudes aisladas; representan una estrategia deliberada para debilitar la resistencia cubana y desestabilizar un modelo que, a pesar de todas las adversidades, se ha mantenido firme.
Entre las más recientes agresiones, por ejemplo, la suspensión de las conversaciones migratorias programadas para abril de 2025 representa otro golpe a las posibilidades de un entendimiento bilateral. Esta medida no solo agrava la ya complicada situación migratoria entre ambos países, sino que también refleja la falta de interés de las autoridades estadounidenses por resolver de manera constructiva las tensiones existentes. La migración, en este contexto, se convierte en una herramienta tanto de presión como de manipulación política, afectando a miles de personas.
Asimismo, la decisión de plataformas como Airbnb de suspender los pagos y exigir la apertura de cuentas en el exterior para anfitriones cubanos es una clara ilustración de cómo las medidas restrictivas se han expandido hacia el ámbito digital y turístico afectando también el sector privado. Este tipo de acciones, más allá de dañar la economía local, buscan perpetuar un ambiente de aislamiento que limita la capacidad de los cubanos para interactuar con el resto del mundo y para beneficiarse de la industria del turismo, un sector vital para la economía de la isla.
En resumen, la obstinación criminal de ciertos sectores en Washington por mantener una política hostil hacia Cuba, ratificada en ilegales sanciones y restricciones, no solo revela una falta de comprensión sobre la realidad cubana, sino que también contrarresta el diálogo y el entendimiento necesarios para lograr una solución pacífica y cooperativa.
El bloqueo contra Cuba, recrudecido en tiempos de pandemia, y en la era de Trump, ahora reforzado, obedece a un plan de dominación, para rendir por hambre y desesperación a los cubanos; y se conjuga con la agenda de subversión dirigida a provocar un estallido social y un derramamiento de sangre en el país.
Sin embargo, la Revolución Cubana, tiene muchas razones para luchar y sobreponerse a la pertinaz agresión de los halcones de Washington, porque lejos de ser un simple fenómeno político, Cuba se erige como un símbolo de unidad, resistencia y dignidad frente a los embates de una política exterior imperialista que, en lugar de buscar la paz y la cooperación, perpetúa el conflicto y el sufrimiento humano.