Por Yanetsy Palomares Pérez

Más que contada está la historia de la llegada del almirante Cristóbal Colón* a las Indias prometidas, un fallo de cálculos y presunciones geográficas que dieron un giro inesperado a la historia de civilizaciones ricas, no solo en minerales y piedras preciosas, sino en prácticas culturales y científicas.

Todo un Nuevo Mundo se abrió a los conquistadores europeos que encontraron una brillantez, colores e impresiones muy diferentes a las que les brindaba el viejo continente, o los ya conocidos paisajes de Asia y África.

Lo exuberante de la naturaleza, las costumbres y la mansedumbre que observaron  en las islas Bahamas, La Española y Cuba constituyeron preámbulo perfecto para la adaptación a las condiciones caribeñas, primero, y luego a los misterios y prácticas de los nativos.

Desde los asentamientos de menor desarrollo, provenientes del grupo de los arahuacos, hasta los imperios maya, azteca e inca removieron algo en el conquistador: sorpresa, temor ante ritos que clamaban a dioses desconocidos, incluso, el llamado de la piel ante tonalidades y aromas diferentes, que terminaron en la rica mixtura que hace de los americanos personas especiales.

En pleno siglo XXI aún persiste el mito y la curiosidad en el mundo más desarrollado ante los encantos del sur y el cálido Caribe, con paraísos inexplorados y, para suerte de no pocos, lejos del hambre voraz de fábricas y producciones seriadas.

Hasta el hemisferio llegan turistas de diversas latitudes para disfrutar sol, arena y mar, asimismo, la energía contagiosa de las manifestaciones artísticas como extensión de una forma de vida.

De los encantos del área, además de las riquezas naturales y la mano de obra barata, se derivan los constantes intereses de inversión extranjera, una puerta al ingreso de tecnología avanzada que, con un buen manejo, permiten elevar los índices de vida de los pueblos sin mayores incidencias en el medio ambiente.

La cooperación, la capacidad de reconocer las vulnerabilidades y trabajar por la inclusión de los ciudadanos, en concordancia con los imperativos de cada segmento social, constituyen las rutas por las que transita la zona.

Estos propósitos se refirman en las cumbres y eventos que los reúnen y concentran en un bloque cada vez más identificado, donde se defiende la idea de que en la unión y reconocimiento de las potencialidades comunes residen las mayores perspectivas de desarrollo.

Más que emular con el poder de las trasnacionales, o con un modelo de vida que poco saldo deja a la mayoría de la población, el camino para la América está en la defensa de las raíces, de una idiosincrasia y cualidades naturales que valorizan sus fortalezas, las que se mantienen pese a casos de explotación desmedida.

Aquí está la tierra, la piel mestiza y la sangre mezclada en un proceso de transculturación que no termina pero que resulta en un producto único, por demás irrepetible, con el mismo encanto y capacidad de seducción que arrancaran al genovés aquello de “la tierra más hermosa…”.

 *Cristóbal Colón (Génova, 25 de agosto y el 31 de octubre del año 1451-Valladolid, 20 de mayo de 1506): Navegante, cartógrafo, almirante, virrey y gobernador general de las Indias Occidentales al servicio de la Corona de Castilla. Realizó el descubrimiento de América, el 12 de octubre de 1492, al llegar a la isla de Guanahaní, actualmente en las Bahamas.

(Tomado de Cubahora)