por Arthur González
Nada es nuevo en la política subversiva de Estados Unidos contra la Revolución cubana y desde su inicio no estuvo motivada por las nacionalizaciones de sus empresas en la Isla como aseguran.
La CIA seguía los pasos de Fidel Castro, mucho antes de 1959, la prueba está en los oficiales que enviaron a México para conocer los preparativos de su expedición a Cuba en el yate Granma e intentar impedirla, algo que no pudieron lograr.
Después decidieron introducir a varios de sus hombres en el ejército rebelde, con el fin de evitar la unión de las fuerzas que luchaban contra el tirano Fulgencio Batista, lo que tampoco cristalizó; por eso en la reunión del Consejo de Seguridad Nacional del 23 de diciembre de 1958, el director de la CIA, Allen Dulles, expresó que había que impedir la victoria de Castro, siendo apoyado por el Presidente Dwight Eisenhower.
Pero la sombra de sus fracasos siguió persiguiendo a los yanquis y el 9 de enero Castro entraba triunfante en la Habana. A pesar de sus deseos y planes para asesinarlo desde el mismo año 1959, tampoco obtuvieron resultados.
Nuevas vías para derrotar a la Revolución fueron puestas en práctica; desde la guerra económica, comercial y financiera, hasta la fabricación de una contrarrevolución con disfraz de “disidencia”.
En esa línea han malgastado millones de dólares y gran parte de ellos han ido a parar a las arcas del gobierno cubano, porque más de la mitad de esos llamados “opositores” resultaron ser colaboradores de la Seguridad cubana.
Sin variar un ápice su obstinación por destruir el socialismo, persisten en reclutar a personas sin prestigio, ni reconocimiento dentro del pueblo cubano, con el propósito de crear la imagen internacional de que “avanzan” en la conformación de una verdadera “oposición” al régimen de Castro.
Un ejemplo de eso son algunos contrarrevolucionarios que, sin valía alguna, son acreedores de premios internacionales acompañados de altas sumas de dinero, como el caso de Manuel Cuesta Morúa, personaje gris al que acaban de regalarle una beca de un mes de duración, en el Centro Internacional Woodrow Wilson, en Washington DC, nada menos que para académicos, como parte del Premio Democracia, Ion Ratiu 2016.
La estrategia de otorgarle premios a los asalariados cubanos es de larga data, con vistas a promocionarlos internacionalmente, cuando realmente no son conocidos en su patria, pero mediante esa fórmula intentan buscar apoyo a las denuncias que llevan a cabo contra Cuba, fabricando violaciones a los derechos humanos que no pueden demostrar.
Una prueba de que la CIA es quien está detrás de esa estrategia, es el empleo de la Fundación Familia Ratiu, radicada en Londres, en asociación con el Centro para la Democracia Ratiu, ubicado en Turda, Rumania, quien sirve de pantalla para financiar dicho Premio.
Desde la década de los años 50, la CIA utilizó determinadas Fundaciones en su labor subversiva contra la URSS y los demás países socialistas de Europa, situación descubierta durante el proceso investigativo llevado a cabo en 1964 por el Congreso de los Estados Unidos, ante la exención de impuestos de las Fundaciones norteamericanas.
En esa investigación fueron identificadas un grupo de Fundaciones que sirvieron como tapaderas de la CIA, y realmente no eran más que buzones para recibir el dinero de la Agencia, el que transferían a otras para sufragar a personas o entidades que laboraban secretamente para la inteligencia yanqui.
Sobre el particular William Hobby, presidente de la Houston Post y miembro del consejo de la misma, explicó cómo se hacía: “Se nos decía que…íbamos a recibir unos fondos de la CIA. Luego nos llegaba una carta de una organización determinada, pidiéndonos fondos y nosotros le concedíamos los fondos. No se hacían preguntas; creíamos que la CIA sabía lo que hacía”.
Nada ha cambiado, la CIA continúa empleando las Fundaciones como pantalla, algo que la escritora Francés Stonor Saunders, argumenta ampliamente en su libro “La CIA y la Guerra Fría Cultural”.
Para reafirmar su vínculo con los Servicios de Inteligencia yanquis, es público que Cuesta Morua, está contratado por la NED, Fundación Nacional para la Democracia, para desarrollar proyectos subversivos en Cuba.
Un contrato firmado de su puño y letra, afirma que anualmente recibe de esa Fundación 14 400 dólares para ejecutar sus actividades contra la Revolución cubana.
Paralelamente recibe otras sumas para la preparación y asistencia a eventos internacionales, donde tiene que seguir las orientaciones que se le imparten.
La NED fue aprobada por ley del Congreso de Estados Unidos, el 18 de noviembre de 1983, para darle continuidad a las acciones secretas de la CIA, específicamente las denominadas Operaciones de Acción Política, situación corroborada en 1991 por Allen Weinstein, primer presidente de la NED, quien aseguró: “Mucho de lo que hoy hacemos, ya lo hacía la CIA hace 25 años de manera encubierta”; y como atestiguara el investigador estadounidense William Blum: “…una obra maestra de la política, las relaciones públicas y del cinismo…, con el énfasis en el estatus de No Gubernamental, como parte de la imagen y del mito”.
Este asalariado, al igual que otros como Elizardo Sánchez Santa Cruz Pacheco, solo persigue los dólares enviados por Estados Unidos, negocio muy satisfactorio que permite vivir sin trabajar, además de viajar continuamente por Europa, EE.UU. y América Latina.
Para tener una idea del cambio de casaca de esos “disidentes”, basta recordar que gracias al socialismo que hora pretenden sustituir por el capitalismo, Cuesta Morua pudo estudiar gratuitamente su carrera universitaria, lo que era impensable en época del tirano Batista, por su origen humilde y color de piel.
Después de graduarse en 1986 como licenciado en historia, fue contratado como guía de turismo y posteriormente, de 1988 a 1991, pasó a trabajar en la Casa de África, dirigida por la oficina del Historiador de la Habana.
Ante la crisis económica sufrida por Cuba debido al bloqueo económico impuesto por Estados Unidos, sumado al desmembramiento de la URSS y la pérdida del socialismo en Europa, Manuel Cuesta vio la oportunidad de convertirse en asalariado de los yanquis y salir de las penurias económicas por las que atravesaba la población de la Isla.
De ahí su cambio de militante comunista a “disidente” al servicio de la CIA, junto con Elizardo Sánchez.
Para obtener autonomía y un financiamientodirecto en mayor cuantía, en 1998 funda la “Mesa de Reflexión de la Oposición Moderada”, disuelta en 2003.
Un año antes organizó el engendro “Arco Progresista”, el cual preside desde el 2002, desde donde sostiene fuertes relaciones con otros elementos contrarios a los gobiernos de Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Venezuela, entre ellos el agente CIA Leopoldo López.
Cuesta Morua se declara descendiente de Martín Morúa Delgado, cubano que llegó a Senador de la república y lideró la postura del gobierno de esa época contra el movimiento “Los Independientes de Color”, pues a pesar de ser negro no quiso perder la posición política alcanzada.
Todo indica que el oportunismo le viene de sus ancestros y como dijera José Martí: “Hay un oportunismo que es mera cobardía y pretexto para no ser honrado…”
* Cubano, especialista en relaciones Cuba-EE.UU., editor del Blog El Heraldo Cubano.
(MONCADA)