El tatuaje en Cuba, tras la huella de la piel

Editado por Pedro Manuel Otero
2016-11-11 10:30:00

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Por Guadalupe Yaujar Díaz

La práctica del tatuaje es tan antigua como la historia de la humanidad, al tomar de las distintas culturas su propia manifestación; un mundo que transita hasta nuestros días.

Castigado durante ciertos períodos casualmente de fuerte religiosidad y rescatado hasta prevalecer en pleno siglo XXI, el tatuaje debuta en Occidente con nuevas concepciones; más de 120 millones de personas en esta parte del orbe llevan al menos uno en su cuerpo.

Tras un letargo hasta los años 70 y 80 del pasado siglo, resurgió bajo el impulso de la cultura punk, heavy, rocker y de otras tendencias; y parece estar adaptado más allá de la moda pasajera, pues no es un capricho momentáneo sino algo con lo que la persona convivirá el resto de su vida, si no decide borrarlo, y parte de su apariencia personal.

En Cuba, a pesar de cualquier consideración, el tatuaje parece devenir un distintivo generacional a partir de su entrada en la realidad cubana alrededor de los años 90, y actualmente crece el número de los que deciden hacerse uno, particularmente los artistas, pero ¿existe un” boom?

En busca de alguna información visitamos La Marca, un lugar abierto en enero de 2015 y en el que hasta la fecha se han hecho más de 500 tatuajes a nacionales y extranjeros.

Se trata del estudio-taller y casa de Leo Canosa, un tatuador de 41 años y dueño del sitio, ubicado en la calle Obrapía entre Oficios y Mercaderes, en el habanero municipio de La Habana Vieja.

En el recinto Dione Lugones, una especie de relacionista pública y recepcionista me da la bienvenida a la cual se sumaron parte del equipo de tatuadores, diseñadores y comunicadores, integrado por Robertiko Ramos, Mauro Coca, David Pérez, Ángel Fernández, Daniel González, Oscar Sánchez y Ailed Duarte, esposa de Leo, ambos líderes del acogedor lugar.

Dione me enseña el tatuaje de Frida Kahlo que lleva en el brazo “como símbolo de fortaleza y emprendimiento de la artista mexicana” de la cual es profunda admiradora, acota.

Para Robertiko, también fundador de La Marca “el tatuaje es cuestión de economía, técnica y responsabilidad. Nuestro trabajo va más allá de la moda, el que llega aquí tiene que tener una idea clara de hacerse un dibujo corporal para toda la vida, y le recomendamos tome con calma esa determinación.”

En cuanto a si hay o no un boom “considera que muchos son líderes de opinión y marcan tendencia. De ahí que siempre les haga la advertencia de un diseño personalizado”

El pintor autodidacta y tatuador Mauro Coca, un joven de apenas 25 años, comenta su participación en la Convención Internacional de Tatuaje en Las Vegas, Nevada, en 2012, y habla de los intercambios sostenidos en Toronto, Canadá, con colegas del oficio, “una gran experiencia”.

Leo Canosa, dueño del negocio, con un aval de más de veinte años de experiencia como tatuador, refiere como “el tatuaje hace mucho tiempo que está en punta, NO veo un boom en esta época. Lo que pasa, en mi opinión, es que las personas lo muestran públicamente, tiene más visibilidad y piensan que resalta su popularidad y las generaciones jóvenes lo aceptan con naturalidad”.

“En todas las ciudades importantes del mundo existen lugares para tatuarse, eso es lo que es este sitio, una galería de arte con condiciones y espacios para eso. En Cuba se miraba el tatuaje como cosa de marinos, de gente de bajo mundo, de marginalidad pero también fue de la realeza, de las cortes, de los príncipes”. Según enfatiza, “en nuestro país el tatuaje no se utiliza para la identidad ni como requisito en las religiones.”

“En La Marca no se tatúa a menores de 18 años, aclara Leo, no sólo por un tema legal, sino porque a esa edad es difícil valorar lo definitivo de colocar en el cuerpo una marca con la que se cargará de por vida. De ahí que tampoco tatúo a los indecisos, a los que no están seguros de lo que quieren, y cada trabajo tiene un proceso previo en que la idea con la que llega el cliente se negocia y recrea con el estilo del artista, en aras de que cada obra sea única, irrepetible y personal”.

Es un estudio de tattoo en la ciudad, que presume tener todas las condiciones necesarias, donde además se plasma una identidad propia en el diseño del tatuaje y donde se organizan exposiciones e intercambios performáticos entre los tatuadores y otros artistas, talleres con niños, adolescentes, conferencias, entre otras acciones dirigidas a variados públicos.

Luego de haber participado en la última Bienal de La Habana y otras actividades invitados por la Oficina del Historiador de la Ciudad, entre otras instituciones y proyectos, buscan integrarse a la comunidad –independiente de la institución oficial- en la dinámica del centro histórico capitalino.

De igual manera sostienen intercambios, relata, con muchos grupos de tatuadores como los de Santa Clara, “ellos se han inspirado en nosotros y colaboramos también con los de Santiago de Cuba y en Matanzas hemos realizado conversatorios”.

“En Santa Clara, comenta Leo Canosa, algunos talleres y tatuadores han realizado varias ediciones de Convenciones de Tatuaje en el contexto del Festival de Rock en esa ciudad; además nosotros hemos intercambiado con muchas personas dedicadas a la profesión dentro y fuera de Cuba.”

“Viajo a Estados Unidos y lugares cercanos en busca de las tintas y otros materiales profesionales–que nos dan garantías aunque son muy caros- con los cuales realizamos los dibujos corporales, estudiamos los estándares del tatuaje en otros países y nos mantenemos al día en el oficio, así cumplimos las reglas.”

“Hay que tener conocimientos sanitarios para no dañar a las personas, se deben pasar cursos para el manejo en este trabajo, saber los procedimientos para la esterilización del instrumental que está en contacto con la piel y por supuesto deberíamos tener una institución de salud que se ocupara de supervisar nuestra labor a fin de prevenir los riesgos”.

Según manifiesta, en el extranjero los tatuadores reciben cursos básicos de enfermería y esterilización sin lo cual les resulta imposible obtener las licencias facultativas para ejercer este oficio.

Reconoce Leo que “el tatuaje en Cuba no es legal ni ilegal, está en un limbo, no creo que la solución sea tampoco incluirlo en otra categoría de los trabajos por cuenta propia que se pueden ejercer, pienso que debemos estar en el circuito artístico y claro que formar parte de un gremio que nos acoja como artistas o creadores”, resaltó.

“Hace un tiempo inspectores estatales cerraron varios estudios; nunca nos visitaron; hasta ahora hemos seguido ejerciendo nuestras funciones sin ningún problema y procuramos asegurar las condiciones necesarias para una práctica segura”.

No es una prohibición de ahora, sino que simplemente nunca estuvo regulado. ¨El Estado cubano ofreció una gama de opciones para ejercer el trabajo por cuenta propia, que aparece normado en la Gaceta Oficial #27 Extraordinaria del 26 de septiembre de 2013, y entre las actividades autorizadas, el ejercicio del tatuaje no aparece recogido. Lo que el documento no regule, queda inmediatamente en el terreno de la ilegalidad”, aclaró entonces Alberto Castro García, abogado adjunto del bufete colectivo José Martí, en Centro Habana, quien junto a su colega Carlos Manuel Díaz brindaron entonces asesoramiento a las personas afectadas.

En esa legislación se excluye la variante de las artes visuales y en la descripción de la actividad pintor- rotulista se especifican las limitaciones -realiza rótulos de todo tipo, tamaños y colores, en objetos y superficies que no incluyan la piel de las personas-.

Le comento a Leo que tal decisión priva de seguridad jurídica a los tatuadores y sigo cuestionándome cómo subsiste un oficio que todavía se debate entre el gusto de una mayoría creciente y la polémica, a lo cual responde: “La Marca es un estudio- galería, así está registrada, y apuesto en defensa de la legalidad del tatuaje como arte”.


 


 



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