Estados Unidos, un juez que merece ser juzgado

Editado por Maria Calvo
2016-10-14 10:30:29

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por Guillermo Alvarado

En un trasnochado artículo publicado recientemente en el diario The Wall Street Journal, el ex jefe de la militarista Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, Anders Rasmussen, aseguró que Estados Unidos debería ser el policía del mundo, porque tiene “la grandeza material y moral para lograr la paz y detener la marcha hacia el caos”.

No podemos imaginarnos en qué mundo vive este señor, ni a qué grandeza moral se refiere, cuando todas las evidencias señalan que una gran parte del caos que existe hoy día en nuestro planeta se debe precisamente a las acciones perpetradas, dentro y fuera de las fronteras de la nación norteña, culpable de graves y atroces violaciones a los más elementales derechos de millones de seres humanos.

Para nadie es un secreto que Washington gusta de erigirse en juez y emitir severas y rimbombantes condenas contra países cuyos gobiernos o sistema político y social no son de su agrado. Mira la paja del ojo ajeno, pero ignora la viga clavada en el suyo.

Si fuésemos a hablar de la más elemental de las garantías, la de la vida, sobran ejemplos de cómo distintos gobiernos, de ambos partidos, el Demócrata y el Republicano, la han violado de manera masiva y sólo para hacer memoria podemos mencionar algunos nombres, como Hiroshima, Nagasaki, Corea, Vietnam, Guatemala, República Dominicana, Cuba, Granada, Panamá, Nicaragua, Afganistán, Iraq, Siria, sin contar la transnacional del crimen montada en nuestro continente con el nombre de Operación Cóndor.

Una somera mirada al interior de ese país en esta materia causa asombro, cuando no repulsión. En 2015 murieron a manos de policías 990 personas, de las cuales 258 eran afrodescendientes, y de enero a septiembre de este año la cifra se eleva a 702. En la mayoría de estos casos los autores son absueltos por la justicia.

Además de los asesinatos, son comunes los tratos crueles e inhumanos en contra de civiles indefensos, y el sistema penitenciario es escenario de violencia cotidiana contra los detenidos, perpetrada por los mismos vigilantes, o por reclusos al servicio de éstos.

Una práctica común es el uso de cinturones de electrochoque, que provocan un dolor intenso y su uso continuo puede causar la muerte, sin contar el empleo indiscriminado de productos químicos contra manifestantes como gas lacrimógeno o pimienta.

Estados Unidos posee una población carcelaria de un millón y medio de personas, de ellas casi 75 000 mujeres, pero si se adicionan las penas de limitación de libertad la cantidad de afectados se eleva a cinco millones y medio.

No olvidar en esta truculenta relación la infame cárcel erigida en la ilegal base naval de Guantánamo, donde el uso de la tortura está institucionalizado y hasta el año pasado albergaba a 91 personas cuyos derechos, humanos, jurídicos y de cualquier otro tipo volaron en pedazos.

Si este es el policía mundial, con “grandeza material y moral”, que propone el señor Rasmussen, entonces toda nuestra especie está en real peligro y existen justificadas razones para que todos los reflectores del mundo se volteen con preocupación hacia un país que juzga a todos, menos a sí mismo.



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