Sudáfrica se apresta a enfrentar la sed

Editado por Maite González Martínez
2018-02-19 07:39:37

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Ciudad del Cabo, Sudáfrica. Foto/Tiempo.com

Por: Guillermo Alvarado

Mientras las cumbres van y vienen y se firman acuerdos que luego se deshacen con argumentos infantiles, la realidad del cambio climático golpeará en breve  a Ciudad del Cabo, ubicada en el extremo más al sur de Sudáfrica, donde se hacen esfuerzos ingentes para preparar el día en que cerrarán los grifos y sus casi cuatro millones de habitantes enfrentarán la sed.

Las manecillas del reloj oscilan entre el 20 de abril y el 11 de mayo, que parece la fecha más probable, pero en todo caso está la vuelta de la esquina la mañana en que una urbe moderna se quede a secas y sus pobladores deberán buscar la manera de sobrevivir con 25 litros del vital líquido al día, una ecuación muy compleja.

Es verdad que hay razones administrativas para explicar este desastre, entre ellas el hecho de que la población se duplicó en los últimos 30 años y la urbanización creció desmesuradamente, sin haberse invertido lo necesario para garantizar los servicios indispensables, entre ellos el agua.

No obstante, el cambio climático es el principal responsable, pues esa región sudafricana conoce la más intensa sequía jamás vista. En 2017 las precipitaciones en Ciudad del Cabo apenas acumularon 153,5 milímetros.

Además de la densa población, a la urbe arriban cada año cerca de cinco millones de visitantes, que no comprenden mucho las duras medidas que el gobierno está adoptando desde hace ya algunos meses, entre ellas limitar el consumo por persona a 50 litros diarios, bajo pena de sufrir severas multas.

En estos momentos las presas están por debajo de sus niveles mínimos y la mayor de ellas, la Theewaterskloof, tiene una capacidad de almacenaje de 480 millones de metros cúbicos, pero apenas alberga el 12,5 por ciento y está a punto de paralizarse, porque los especialistas señalan que cuando llegue al 10 por ciento las máquinas serán incapaces de extraer el líquido.

Varias interrogantes surgen ante esta terrible situación, y la primera de ellas es ¿cómo se llegó hasta este punto? Y la respuesta que surge es la falta de previsión.

Todo el mundo sabe, lo quiera aceptar en público o no, que el clima ya está cambiando y que las condiciones de vida en el planeta son cada vez más difíciles, pero mucha gente sigue viviendo como si esto nunca fuese a ocurrir.

Otra pregunta urgente es ¿Qué va a pasar el día cero, cuando se cierren los grifos y cada habitante tenga que acudir a los 180 puntos de distribución a buscar sus 25 litros correspondientes? De esto será la práctica quien nos dará la respuesta, pero los expertos prevén ya dos conductas preocupantes. Una es la fuga de casi una cuarta parte de la población hacia otros lugares.

La otra es la desaparición del turismo, una de las principales actividades económicas que genera alrededor de 300 mil empleos.

La escases de agua hasta casi al límite se ha visto otras veces; de hecho la viven miles de palestinos en la ciudad cercada de Gaza y otros en campamentos de refugiados en distintos lugares del mundo, pero será la primera vez que la veamos en una gran ciudad. Una lección ejemplar que debería servirnos de algo.



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