¿Adiós a la paz?

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2022-05-18 08:15:16

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Por: Guillermo Alvarado

Pocas veces en su historia la humanidad había conocido una carrera tan frenética hacia la guerra, una especie de histeria por la ampliación y consolidación de estructuras militares, como la que estamos viendo en estos días tras el conflicto en el este de Europa.

Se trata sin duda alguna de una época de miel y vino para las grandes corporaciones transnacionales que fabrican y venden armas, equipos, transportes, misiles y bombas, todo lo que el “genio” de nuestra especie ha concebido para eliminar a sus semejantes.

Las últimas noticias son desalentadoras, con la petición oficial de dos países, Suecia y Finlandia, que siempre mantuvieron una política de neutralidad, incluso de apoyo a la paz, para incorporarse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN.

No hace falta ser un especialista para saber que se trata de una entidad que muy poco tiene que ver con la defensa y mucho, demasiado, creo yo, con la agresión como medida disuasoria, como bien conocen los pueblos de la antigua Yugoeslavia, víctimas de demoledores bombardeos.

Libia, otrora el país más próspero de África, retrocedió prácticamente a la edad media tras los ataques de la OTAN.

Es a esta especie de “club de la muerte” al que dos naciones que suelen navegar con bandera de civilizadas, cultas y progresistas decidieron unirse, tras décadas de mantener una postura digna.

Peor aún quizás es la manera casi entusiasta en que lo hacen. El presidente de Finlandia, Sauli Niinistö, dijo emocionado en conferencia de prensa conjunta con la primera ministra, Sana Marin, que “Es un día histórico. Se inicia una nueva era”.

Supongo que el gobernante es consciente de que se está refiriendo concretamente a la era de la extinción.

La primera ministra sueca, Magdalena Andersson, dijo que la adhesión a la OTAN es lo mejor para su país y su seguridad, suprimiendo de un plumazo más de dos siglos de historia en los que no hizo ninguna alianza militar.

Hay que ser muy inocentes para pensar que se puede formar parte de esa organización belicista sin mancharse, más tarde o más temprano, las manos de sangre, o para impedir que su suelo sea utilizado como base militar o depósito de armas nucleares.

Cuando se abren las puertas del infierno, son muy pocas las posibilidades de volver a cerrarlas porque se entregó lo más importante para un pueblo, que es la capacidad de decidir por voluntad propia su destino y, eventualmente, el de sus vecinos.  



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