Segundo Frente Frank País: «Nuestro grito de guerra es ¡Libertad o Muerte!»

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2020-03-10 08:20:55

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Foto: Granma.

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La Habana, 10 mar (RHC) El primero de marzo de 1958, la columna Seis Frank País, comandada por Raúl Castro, partió de un punto del macizo montañoso del sur de la provincia de Oriente con una misión de Fidel. Conjuntamente con esa columna cambiaban de posición las dirigidas por el propio Fidel Castro, la Columna 1 José Martí, y la de Juan Almeida. Las tres estuvieron unas cuantas horas caminando juntas hacia un sitio determinado con dirección noroeste. Pronto iban a producirse instantes de gran emoción para los expedicionarios del Granma. Después de cinco años de estar juntos siempre, aun para estos bravos, el momento era difícil. Raúl Castro, en su Diario de Guerra, lo definió así:

«Lo más duro para mí era separarme de Fidel y de Almeida y ver que se alejaban y que quizá no los volviera a ver. Para Fidel fue tan difícil, que durante todo el trayecto no hizo otra cosa que tratar de restarle importancia al asunto, pero no podía disimular su estado de ánimo. A la hora señalada me dio un fuerte abrazo. Cuando proseguí hacia el norte, luego de separarme de Almeida, unos días después que lo hice de Fidel, aunque íbamos en grupo, mi único compañero era el recuerdo de seis años de lucha juntos...».

Del viaje a la Sierra Cristal

Desde La Pata de la Mesa Fidel Castro se dirigió a la zona de Estrada Palma, en el montañoso sur Juan Almeida al área de Palma Soriano, también en el sur, y Raúl Castro a la Sierra Cristal en el extremo norte de la provincia oriental. Lo acompañaban solo 53 hombres armados y otros sin un tirapiedras siquiera, con la esperanza de desarmar a algunos soldados por el trayecto y proveerse. En el itinerario del viaje, coordinado por Fidel en la Sierra, se consignaba que era de imprescindible necesidad transitar por la Carretera Central, por lo menos 300 metros a lo largo de la vigilada vía. Por primera vez los barbudos bajaban al llano donde estaban concentrados los contingentes enemigos. A partir de ese instante los soldados de la tiranía nunca más estuvieron tranquilos en sus madrigueras, de las que pronto fueron expulsados.

A partir del primero de marzo, durante diez días, el joven Comandante Raúl Castro y sus hombres, caminaron sin descanso.

La etapa riesgosa del camino

La última noche iba a producirse la etapa más riesgosa y temeraria de la travesía: El tránsito por la Carretera Central. En el trayecto de La Pata de la Mesa a San Lorenzo, Raúl Castro había pensado en todo, incluso en el 10 de marzo, por esa razón al segundo día de andar ordenó apretar el paso para llegar a San Lorenzo, la primera escala en la ruta, en la hora justa que convenía al calculado plan, basado en la precaria moral del enemigo con sus lacras y sus vicios que él pretendía derrotar sin gastar uno solo de sus escasos tiros, a los centenares de soldados, quizá miles, desplegados en puntos aledaños y sobre todo en la Carretera Central. Y lo logró.

La alegría de la soldadesca de la tiranía en vísperas de un aniversario más del artero golpe castrense del 10 de marzo de 1952, fue la mejor aliada de la columna rebelde comandada por Raúl.

Próxima la madrugada del 10 de marzo, los 82 hombres que componían en total la columna Frank País, incluyendo a su Jefe, se internaron en un espeso bosquecito y cantaron el Himno Nacional. Seguidamente el Comandante Raúl Castro les dirigió la palabra:

«Estamos en el llano, ya no hay lomas que nos protejan, fácilmente podemos ser blanco del enemigo emboscado en cualquier parte de las que no conocemos, porque nunca antes hemos estado aquí. Y es inevitable que cambiemos de guías constantemente y nos arriesguemos a utilizar el que conozca el camino que buscamos. Mientras nos conduzca por una senda estamos a expensas de ese guía a quien nunca vimos antes, pero que no nos queda otro remedio que utilizar, del que no podemos prescindir cuando aparezca. Así que los que no tengan valor para seguirnos están en el momento de echarse atrás o quedar prisioneros, porque en este instante no podemos correr riesgos de esa naturaleza. No sabemos qué vamos a comer, ni dónde vamos a comer, ni si dormimos, ni si nos alcanzará el parque, que es muy escaso y debemos cuidar. Y nos hemos empeñado con la Patria. Nuestro grito de guerra es ¡Libertad o Muerte! ¡Adelante compañeros! ¡Adelante!» –le dijo a la Columna, Raúl Castro imperativamente.

Sin mirar atrás para percatarse de quiénes lo habían seguido y quiénes lo habían abandonado, prosiguió por la transitada vía un tramo de más de 400 metros, hasta una entrada de camino por donde tomó rumbo al norte montañoso de la Sierra Cristal. Después de andar un gran trecho se volvió hacia sus compañeros. ¡Todos le habían seguido!

Del diario de Raúl

Durante la travesía, Raúl también escribió en su Diario:

«¡No le queda la menor oportunidad! Nos habían informado que Batista iba a hacer concesiones y que incluso quizá hablara de renunciar, pero su discurso ha sido soberbio y soez. Esta pudo ser su última oportunidad; se reafirma mi convencimiento de que la guerra dentro de muy poco será total. Tenía razón Fidel: él nunca creyó en esos cantos de sirenas, ni yo tampoco. Si no tenemos armas se las arrebataremos a los soldados».

Finalmente, la aviación parecía haberlos descubierto. Constantes vuelos bajos de reconocimiento les advertían del peligro de próximos bombardeos, y no se engañaron. Al momento de abandonar los carros para tomarse un descanso se inició un ametrallamiento aéreo. A partir de ese momento, la aviación no dejaría de hostigarlos durante nueve largos meses.

El cubano libre

Al caer la tarde del quinto o sexto día después del primer bombardeo, divisaron una bodega. Estaban cerca de La loma de la Imprenta, el lugar donde se editaba en la guerra de independencia El Cubano Libre.

La bodega, enclavada en un pequeño valle cruzado de caminos para camiones, era una tentación. Después de situar avanzadas y cubrir la retirada, bajó el resto de la columna a la bodega, que fatalmente estaba muy poco surtida. Compraron todo el pan en existencia, algunas latas de sardina, cigarros y galletas.

Al anciano comerciante le habla Raúl Castro: Estos son mis hombres. No queremos perjudicarlo a usted, pero teníamos hambre. Vamos a pagarle todo lo consumido y lo que llevemos; comprendemos su situación, pero no tenga preocupación: cuando nos vayamos dígale si viene el Ejército que yo estuve por aquí y que me dirijo a la Sierra Cristal: que le esperamos para batirnos; que le pagamos la mercancía. Dígale la verdad hacia dónde vamos, porque ellos se van a enterar, y entonces será peor para usted.

No muy convencido, el comerciante se calmó un poco y los dos hijos mayores dieron un paso al frente. Fueron los primeros que se sumaron. Un estrechón de manos selló el ingreso de dos nuevos rebeldes a la columna Seis Frank País (Luego Segundo Frente).   

La proximidad del Ejército era más acosadora y se entablaron peleas con pérdida abundante de parque y algunas bajas. Pero el único objetivo de la columna Seis no era alcanzar los espesos montes de la Sierra Cristal, sino también ir asentando las bases para la constitución de un Estado Rebelde o Revolucionario estable.

Considerando el Comandante Raúl Castro el dominio rebelde en los territorios por donde avanzaba, designó capitanes de su grupo y los recién incorporados, para que los ocuparan y mantuvieran. Es justo consignar que muchos se convirtieron en magníficos soldados del Ejército Rebelde.

Los éxitos de Fidel

Llegando a la Sierra de Nipe, Raúl tuvo noticias de los éxitos de Fidel en el campo militar al hacer desatar una gran ofensiva al sur de la provincia, logrando victorias para el Ejército Rebelde, al mismo tiempo que con un gran golpe publicitario creaba el desconcierto en el gobierno de la tiranía. Fue cuando invitó a los periodistas a visitar la Sierra Maestra. Al ser hostigado duramente el enemigo por las columnas del sur, se replegó dirigiéndose al norte donde aún no había campamento rebelde fijo, ni comida segura, ni medios de comunicación, ni medicinas y escasísimo parque.    

Aún en ese estado crítico estaba la columna dirigida por Raúl, cuando el enemigo volvió a arreciar sus ataques aéreos. Se encontraba en la hostil Sierra Cristal, sin aguadas, de muy distantes bohíos. Territorios donde nunca antes había llegado la civilización, propiamente dicha, a centenares de kilómetros de la carretera Central.

«Hasta aquí no va a subir a pelear la infantería» –se lamentaría Raúl Castro con sus compañeros cuando llegó a los picos montañosos de la Sierra Norte–. Si no fueron a la Sierra Maestra, a un paso de Bayamo, menos van a llegar aquí. Fue entonces cuando decidió: Vamos al llano.

Durante un mes el principal alimento de estos hombres era pan y caña, pan y leche…

El nombre de Frank País

El nombre de Frank País lo asimiló el Segundo Frente casi recién fundado. A medida que se extendía y ensanchaba el espacio, comandado por Raúl Castro, este creó seis columnas fijas en territorios liberados... Estas tenían tropas móviles que recorrían el territorio bajo su mando y establecían los puntos de avanzadas.

Y el Segundo Frente, nueve meses después, sería considerado como modelo de Estado Revolucionario en un área de más de 15 000 kilómetros cuadrados. Un Estado con administración pública, presupuesto de 5 000 pesos diarios, 500 escuelas, docenas de hospitales, varios aeropuertos, centenares de kilómetros de caminos y docenas de victoriosos combates y escaramuzas. Justo en esa fecha se rencontrarían cerca de Santiago de Cuba Fidel y Raúl, Vilma y Celia. (Fuente: Granma)



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