Andando por ahí, por esas calles

Editado por Maite González
2022-08-13 20:33:49

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Esquina de Tejas. Foto: Ismael Francisco/ Cubadebate/Archivo

Por: Ciro Bianchi Ross

Se dice que fueron las numerosas casas de tejas francesas erigidas en la zona la que dieron el nombre a la Esquina de Tejas. El Bodegón de Tejas y la fonda El Globo de Tejas fueron establecimientos que consolidaron el nombre de esta esquina. El primero de ellos fue demolido en 1926 para construir allí un edificio de dos plantas donde se instaló –planta baja- el bar Moral, hoy un cafetería.

Había en esa esquina una espaciosa casa-quinta, aunque de bajo puntal. Fue la residencia de Claudio Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva, intendente general de Hacienda entre 1825 y 1851 y uno de los habaneros más útiles de su tiempo. En 1912 la habitó José Trillo, que utilizó los terrenos que rodeaban la vivienda para el cultivo de flores que comercializaba en su acreditado jardín La Gardenia. Dos edificios altos ocupan ese espacio.

En 1914 se arrendó el lugar para establecer una sala cinematográfica que tuvo diferentes nombres hasta que quebró. Entonces, ya en 1919, sirvió de escenario a los espectáculos llamados Garden Play, con muchachas vistosas y rollizas que atraían a adolescentes y valetudinarios por la posibilidad que les brindaba de sorprender alguna rodilla desnuda cuando la tenista deba una carrera apresurada paracontrarrestar un remate.

Con posterioridad se instaló allí el cine Ofelia, destruido por un incendio, y en 1921, el cine Valentino, cuyo nombre aprovechó la fama del actor. Al lado se instaló la Valla Nacional, uno de los lugares más importantes que tuvo La Habana para las lidias de gallos.

En la acera de enfrente, cruzando Infanta, una panadería anunciaba pan caliente casa quince minutos. Competía con la de Toyo.

Avenida del Puerto

Los estudios para construir el Malecón, desde el castillo de La Punta hacia el sur, hasta la Capitanía del Puerto, datan de 1921. Esta avenida se uniría con el tramo del Malecón ya construido dándole un fácil acceso al puerto desde El Vedado. El proyecto comprendía ganarle 111 000 metros cuadrados al mar, de los cuales gran parte se destinaron a parques y soluciones viales. Las obras del  muro, sin el relleno, las ganó en subasta la firma de contratistas Arellano y Mendoza a un costo de 2 101 000 pesos, y se calcula que el relleno costó otro millón de pesos adicionales.

Escribe el doctor Juan de las Cuevas que para realizar la obra se colocaron a lo largo de la línea donde se construiría el muro dos hileras de tablestacas de hormigón armado, también se hincaron pilotes en profusión cada 2,50 metros. Sobre las tablestacas y los pilotes se corrieron arquitrabes de hormigón armado,

El muro se realizó a base de unos grandes bloques huecos de hormigón armado, prefabricados en una planta que hicieron al efecto los contratistas en la ensenada de Guanabacoa. Estos bloques, aunque de dimensiones variables, tenían como promedio cinco por cuatro metros de área y dos metros de altura, y descansaban sobre un fondo preparado con una base de hormigón y después se rellenaban con hormigón dejando fuera cabillas que se empataban con todo el muro fundido  a lo largo de la línea de los bloques.

En este tramo se gastaron 17 000 toneladas de cemento Portland, 22 000 metros cúbicos de arena, 45 000 metros cúbicos de piedra picada, 35 000 metros cúbicos de rajón, 4 200 toneladas de barras de acero, 295 toneladas de vigas de acero y un millón de pies de madera.

La obra se comenzó en marzo de 1926 y se terminó en 1929.

Parque metropolitano

Con la construcción del puente sobre el río Almendares en la Avenida 23 comenzó a pensarse en la necesidad de dotar a La Habana de un gran parque urbano. Tiempo después, a iniciativa del presidente Machado y de Carlos Miguel de Céspedes, su ministro de Obras Públicas, el urbanista francés Jean Claude Nicolás Forestier, entonces conservador de los parques de París, traído con el propósito de que diera a la ciudad un aspecto moderno y funcional, concibió la realización de un gran parque nacional, un espacio abierto y vivo de unas 2 000 hectáreas que estaría limitado, al norte, por el cementerio de Colón, el Vedado y el reparto Kholy, y al sur por el río Orengo. El Jockey Club y las costaneras del Almendares lo limitarían por el este, mientras que los repartos Alday, Los Pinos, Miraflores y La Víbora serían su valladar por el oeste. Esa concepción moderna del parque, aseguraban especialistas, tendría como protagonistas el río y el árbol.

Por razones largas de enumerar, el proyecto quedó en nada, aunque se habló del fomento de un bosque de La Habana que en 1940 cae en el olvido, si bien hace crecer en algunos la idea de un parque de La Habana y de leyes que lo amparen. Con Grau San Martin en la presidencia de la República los ojos se vuelven hacia el Almendares y parece que se retomará la idea del bosque y el gran parque, pero ya es muy tarde para acometer el plan de Forestier y el gran proyecto se reduce, bajo Grau, al Zoológico de 26 y al Parque Forestal.

En 1959-1960 una nueva intervención animó la ribera oeste desde la desembocadura hasta los jardines de La Tropical. Pero esta parte de la historia la veremos en otro momento.



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