
Foto: Cubahora
Por: Leipzig del Carmen Vázquez García*
El sol, inclemente amo de los campos cubanos, ardía sobre Dos Ríos aquel fatídico 19 de mayo de 1895. El aire, denso y húmedo, pesaba sobre los mambises, jóvenes imberbes y veteranos curtidos por la lucha, que se aprestaban al combate. En medio de ellos, un hombre de pequeña estatura, pero de alma gigante: José Martí, el Apóstol, el poeta, el líder.
Martí no era un guerrero de oficio. Su arma era la pluma, su munición, las palabras que encendían la llama de la libertad. Pero ese día, vestido con el uniforme mambí y montado en un caballo blanco, asumía su papel de General, dispuesto a dar su vida por la patria que tanto amaba.
La escaramuza comenzó rápido. Un fuego cruzado, el silbido de las balas, el grito de los mambises, el eco de la trompeta española. En medio del caos, Martí, imprudente quizás por su fervor patriótico, se lanzó al frente, intentando dirigir la carga. Una bala, traicionera y cruel, lo alcanzó en el pecho.
El silencio, momentáneo y sobrecogedor, se apoderó del campo de batalla. Dicen que sus últimas palabras fueron para Cuba, para su pueblo, para la libertad que tanto ansiaba. Un susurro, un aliento final, y el Apóstol cerró los ojos, entregando su alma a la tierra que amaba.
El sol, como si sintiera el dolor de la patria, se ocultó tras las montañas, tiñendo el cielo de rojos y naranjas. La noche cayó sobre Dos Ríos, trayendo consigo el luto y la desolación.
La noticia de la muerte de Martí se extendió como un reguero de pólvora por toda la isla. El dolor fue inmenso, la pérdida irreparable. Pero su sacrificio no fue en vano. Su muerte, lejos de desanimar a los mambises, los fortaleció aún más. Su ejemplo, su ideal, su legado, se convirtieron en el motor que impulsó la lucha por la independencia.
Dos Ríos, tierra donde se derramó la sangre del Apóstol, se convirtió en sagrado, en altar de la patria, en recordatorio constante de la grandeza de un hombre que lo dio todo por su pueblo.
Hoy, en toda Cuba, se escucha el eco de la voz de Martí, resonando en el corazón de cada patriota. Su ejemplo sigue siendo un faro que ilumina el camino, una guía que nos impulsa a construir un país libre, justo y soberano.
*corresponsal de Radio Habana Cuba en Granma