Sobrevuela de nuevo el fantasma nuclear

Editado por Maite González Martínez
2018-02-20 07:42:48

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Imagen ilustrativa. (Foto/archivo/internet)

Por: Guillermo Alvarado

En tanto buena parte del mundo recibió con beneplácito y alivio los gestos de distensión realizados por las dos repúblicas que componen la Península de Corea, que aprovecharon los Juegos Olímpicos de Invierno para lograr un acercamiento, no faltan quienes, como Estados Unidos, insisten en agitar los tambores de la guerra aún a sabiendas de que ésta tendría en esa región al arma nuclear como principal protagonista.

Tal es el sentido de las declaraciones del exsecretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, quien a sus 94 años intenta rememorar su época belicista durante la cual recibió, que paradoja, el Premio Nobel de La Paz, y aconsejó al jefe de la Casa Blanca asestar un golpe atómico preventivo a la República Popular Democrática de Corea como medio de poner fin al programa nuclear en ese país.

Ojalá tales desvaríos fuesen producto de demencia senil u otros males derivados de su avanzada edad, pero lo cierto es que la agresividad más irracional forma parte del código genético de este señor, cuyo nombre un día estará en los anales de la historia al lado de los de Hitler, Mussolini y otros de su especie.

Olvida Kissinger que en el mundo nuclearizado de hoy no existe golpe preventivo, que la jerga de Washington llama ramplonamente “sangrado de nariz”, porque la capacidad de respuesta del adversario es imprevisible, pero segura de ocurrir, lo que provocará un segundo golpe, seguido de un tercero, y así sucesivamente mientras quede alguien con vida capaz de lanzar aunque sea una piedra.

En estos días existen más de 15 mil ojivas nucleares, una buena parte de ellas activas, es decir montadas sobre sus transportadores y prestas para ser disparadas. Es verdad que en 1986 eran 70 mil, pero eso no importa porque las que quedan bastan para hacer explotar varios planetas.

Nadie en su sano juicio puede pensar en un ataque preventivo en un país que tiene fronteras con otras dos potencias nucleares, Rusia y China, y está al lado mismo de dos aliados cercanos de Estados Unidos, Corea del Sur y Japón.

Recientemente, el 2 de febrero, Washington publicó su Revisión de la Postura Nuclear, un documento donde manifiesta su voluntad de priorizar las armas atómicas “tácticas”, esto es de baja intensidad, cuya detonación no causaría una devastación global, según sus autores.

Al respecto, valga decir que la bomba nuclear más limitada que existe en la actualidad tiene una capacidad destructiva mayor que las que Estados Unidos lanzó sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki y que evaporaron a cientos de miles de personas en cuestión de segundos y sus efectos secundarios se han extendido durante décadas y dañado a varias generaciones.

Hace falta una buena dosis de cinismo para llamar a esta catástrofe como un simple “sangrado de nariz”, pero bueno, de eso sobra en la Casa Blanca y sus alrededores.

Hablando en términos atómicos, no existen “pequeñas” o “grandes” bombas, no existe un golpe disuasivo o preventivo, sólo existen la razón o la locura y poco a poco vamos aprendiendo cada vez más de cada lado se sitúa cada cual.



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