Apuntes para una agenda (X)

Editado por Maite González
2021-10-22 07:44:50

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El presidente de Brasil Getúlio Vargas y el Presidente Franklin D. Roosevelt en 1936.

Por: Guillermo Alvarado

Durante la larga historia de agresiones que Estados Unidos ha mantenido contra numerosos países de América Latina y El Caribe, hubo una breve tregua motivada por la necesidad de la potencia norteña de sobrevivir, así como mejorar sus maltrechas relaciones con el sur del continente.

Esta pausa ocurrió en 1933, en medio de la recesión que puso a punto de mate a la economía norteamericana, y con ella a la clase política que gobierna en ese país, que alterna su ropaje demócrata con el republicano, pero que en esencia siempre han sido, y serán, la misma cosa.

Hablo de la llamada “Política del buen vecino”, declarada por el entonces presidente Franklin D. Roosevelt que ponía fin, supuestamente, a los postulados de la Doctrina Monroe, de América para los americanos, que incluía la posibilidad de intervenir militarmente en nuestra región.

En realidad lo que pretendía Roosevelt, a quien no hay que confundir con su primo lejano Thedore, que gobernó ese país entre 1901 y 1909, era ejecutar una maniobra al estilo del Gatopardo, algo que he mencionado varias veces en comentarios anteriores.

Con la economía en el piso, la idea era mantener la hegemonía sobre nuestra región, cambiando un poco el método, pero hasta allí.

Por ejemplo, se eliminó la Enmienda Platt, que limitaba la soberanía de Cuba, pero se mantuvo la base naval de Guantánamo, un enclave que existe hasta nuestros días en contra de la voluntad de este pueblo.

Se retiraron los marines de Nicaragua, si bien se crearon todas las condiciones para que fuese asesinado Augusto Sandino, el Héroe Nacional que les hizo la vida imposible, así como que en 1936 Anastasio Somoza García comenzara su larga y sangrienta dictadura tras dar un golpe de Estado.

Washington recogió los frutos de la política del Buen Vecino en la II Guerra Mundial, cuando todos los países del continente se declararon neutrales o se aliaron a la Casa Blanca. Brasil, por ejemplo, les cedió el uso de las bases ubicadas en Natal, para atacar desde allí objetivos en África.

El final de este prolongado y sangriento conflicto fue también el cese de la buena vecindad. Estados Unidos emergió como una gran potencia, la Gran Depresión era cosa del pasado, había demostrado el uso de la bomba atómica contra civiles japoneses y no tenía ya necesidad de mostrar una cara amable.  

Así pues, el Gran Garrote anunciado por Theodore Roosevelt en 1901 volvió a ser desenfundado, se terminó el trato amable y recomenzó el ciclo de las intervenciones, políticas, militares y de cualquier otro tipo, que poblaron la segunda mitad del siglo XX.

Continuaremos hablando sobre el tema, amigos.      



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