Longeva cafetería de una vetusta ciudad

Editado por Lorena Viñas Rodríguez
2020-03-02 08:14:23

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La cafetería El Louvre. Foto: Arelys María Echevarría Rodríguez/ ACN.

Por: Luz María Martínez Zelada

La Habana, 2 mar (RHC) Con 154 años de servicio, la cafetería El Louvre permanece en el gusto de los clientes atraídos por la venta de bebidas tradicionales, en un espacio privilegiado en medio del centro histórico de Remedios, octava villa fundada por los colonizadores en Cuba, que cumple 505 años en junio próximo.

El cafetín resulta el más antiguo del archipiélago sin haber cambiado sus funciones, adaptado a cada momento y con el mantenimiento de muchos de sus valores originales, sobre todo el Ponche de la Parroquia, cuyo origen se pierde en el tiempo mientras conocedores aseguran que acompaña a las Parrandas desde su origen, en 1820.

Trago tradicional, realizado a partir de leche, ron o aguardiente de caña, hierbas aromáticas, frecuentemente hojas de caña santa y canela, siguen siendo un secreto bien guardado las cantidades de cada uno de los ingredientes y el método para mezclarlos.

Por su cercanía a la parroquial mayor de San Juan de los Remedios, joya del barroco cubano y principal escenario de los festejos entre barrios, el inmueble se apropió de la fórmula del trago, servido a los parroquianos en las frías noches de diciembre.

El Louvre recibió a personalidades de la cultura y la historia cubanas, entre otros al Generalísimo Máximo Gómez; Amelia Peláez, artista de la plástica; el historiador Emilio Roig de Leushering; el etnólogo Don Fernando Ortiz y a los cantantes Rita Montaner y Bola de Nieve.

En los tiempos de la inauguración, se servía café, dulces y hacía las veces de restaurante. Contaba, además, con un salón solo para señoras, un patio adornado con paisajes españoles y en el lateral, una barra que expendía bebidas y licores.

La importancia del local y por el sitio que ocupa, hizo que los pobladores llamarán a toda la cuadra, la acera del Louvre.

Con una bien conservada arquitectura colonial, el vetusto establecimiento resulta uno de los espacios llamativos de la añeja urbe -de onomástico dentro de unos meses-, con los acostumbrados fuegos artificiales de las parrandas y los servicios a transeúntes y turistas, de comida ligera y bebidas.



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